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Baile

12-08-2o10
Sueño Porteño, el baile como un juego teatral
milonga sueño porteño
La milonga que organiza Julia Doynel en un enorme salón de Boedo constituye un mundo aparte, no sólo por el corte con la realidad que siempre supone un baile de tango sino por las consignas que se proponen en ese espacio.
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Lo primero que impacta de Sueño Porteño es la cantidad de gente que convoca. En un día bajo pueden ser 300 personas pero abundan los de más de 450. El lugar físico también es llamativo. Un enorme salón dividido en sectores, ya sea por la recepción de la escalera (en el centro), por los usos que se les da a cada parte o por un insólito cordón (similar al que divide la vereda de la calzada) que separa dos de las tres pistas de madera. Las paredes bordó dan un aire elegante al ambiente, aunque la iluminación, mayoritariamente blanca, y los espejos de las columnas, conspiren contra la discreción.

Las paredes están decoradas con fotos y memorabilia tanguera atesorada en unas vitrinas iluminadas, rasgos propios del salón en sí, llamado Boedo Tango y que se alquila a Sueño Porteño como para otros eventos el resto de la semana. Uno de los sectores del salón está ocupado por un restaurant con parrilla, el mismo que permite el fabuloso milagro de un choripán en plena milonga. Para los comensales del restaurant (que inevitablemente escuchan la música de tango del salón y hasta pueden ver una parte de las pistas) hay además una pantalla gigante de televisión donde, a veces hay fútbol y, otras veces, imágenes de películas relacionadas con el tango.

Un mundo de sensaciones

Sueño Porteño tiene dos ediciones por semana. La principal, los miércoles de 19 a 3 y otra, menos concurrida, los domingos de 18 a 1. La de los miércoles arranca siempre con una grabación de Gracias a la vida por Mercedes Sosa. Es el primer ritual de varios más de tono pintoresco que caracterizan al encuentro. Porque a las 21, la organizadora, Julia Doynel, recita una poesía siempre diferente pero con algún mensaje vital a transmitir. El autor puede ser clásico o contemporáneo, argentino o extranjero.

Sin embargo, recién entramos a los rasgos más curiosos al enterarnos de que todas las milongas son temáticas. Esto es, responden a una determinada consigna que los bailarines están invitados a cumplir a través de la indumentaria o de alguna variable del arreglo personal. La noche de nuestra visita imperaba entre las damas el “animal print”, ya que se trataba de una “milonga atigrada”. Así, hubo milonga gardeliana, futbolera, brasileña, de lunares, hippie, beatle, Madonna, sensual, entre otras dos docenas de variantes.

Por otro lado, en cada edición se celebran dos tandas que retrotraen a los emociones de la adolescencia: la tanda de la rosa y la tanda del bombón. Antes de la primera, los caballeros cuentan con la posibilidad de convidar con una rosa a una dama de su preferencia y así invitarla a bailar (mientras suena Rosa, rosa, por Sandro). En la segunda, son ellas las que pueden elegir a un varón para invitarlos a bailar a través de un bombón. Rosas rojas (reales) y bombones (también comestibles) son provistos por la milonga en determinados puntos de distribución.

En Sueño Porteño hay siempre números artísticos pero también son peculiares. Al menos en la edición de los miércoles, se ofrece siempre el “Show de los 5”, llamado así porque no puede durar más de cinco minutos. El arte exhibido no tiene por qué ser tanguero. Hasta hoy han protagonizado el Show de los 5 la cantante Lidia Borda, los bailarines Jorge Firpo y Diana Mestre (quienes bailaron un solo tango para no excederse del tiempo pactado) y el grupo Alas que dirige León Gieco (compuesto por artistas discapacitados), pero también actuaron cantantes de boleros, magos y cultores de danzas indígenas de Ecuador, entre otros. “Al milonguero le gusta bailar, ser protagonista. Si uno le interrumpe el baile durante más de cinco minutos, se va”, justifica Doynel.

El tamaño del salón permite que mientras se desarrolla la milonga en un sector, en otro se brinden clases de baile. Esto es algo totalmente atípico, lo común es que las clases se impartan antes y no durante la milonga. Los miércoles hay dos, una para principiantes e intermedios de 18 a 20 y otra para avanzados a partir de las 20.

La disposición de las mesas también reserva curiosidades. Lindante con un lateral de la pista principal, hay un sector compuesto por larguísimas mesas perpendiculares al borde de la pista. Unas tienen un cartel que dice “Papusas”; las otras, “Malevos”. Intercaladas, permiten un contacto más directo entre hombres y mujeres para el cabeceo que impera como método de invitación al baile.

Ahí no terminan las rarezas. Si bien las grabaciones que se escuchan no difieren demasiado de las que suenan en las demás milongas, los dos musicalizadores de Sueño Porteño son bailarines profesionales: Cristian Bravo y Cristian Correa. Un dato que no es casual, sino buscado. Según Doynel, los bailarines logran identificar mejor qué música es bailable y tienen más claro el “timing” para saber cuándo hay que cambiar de orquesta o de ritmo. Los únicos sonidos no tangueros que se escuchan a lo largo de la noche llegan cerca del final, a través de una tanda de rock y otra de chacarera.

“Jugar a ser otro”

La organizadora de Sueño Porteño es un personaje clave para entender las extravagancias de la milonga. Locuaz, hiperactiva y apreciada por los habitués, Julia Doynel adoptó el apellido Pugliese como un nombre artístico. “Amo el tango desde siempre” –explica- aunque admite que lo baila hace sólo seis años. Los objetivos que declara como motivadores de su trabajo son varios. Celebrar la vida bailando, rescatar la alegría (uno de sus lemas –según cuenta– es “A bailar, a bailar, que la vida se va”), aportar algo de arte a la milonga, imprimirle una dosis de teatralidad (“jugar a ser otro por un rato”) y construir un espacio de pertenencia.

Con sólo estar un rato en el lugar, resulta evidente que esto último lo logra. Abundan las mesas de amigos, los saludos efusivos y las sonrisas como síntomas de un clima menos histérico, como más barrial, que el de otras milongas. A cambio, el ámbito resigna algo de la magia típica de otras milongas, sin que quede del todo claro por qué.

El público está compuesto casi exclusivamente por mayores de 40 años. Doynel habla de “gente glamorosa”, ya que “todos se producen mucho”, tal como puede apreciarse en la formalidad de la ropa de la mayoría y en las proporciones de maquillaje que pueblan los rostros de las mujeres. Sobre la pista se aprecia un alto nivel promedio de baile, en formas típicas de los estilos salón y milonguero.

En agosto Sueño Porteño cumple dos años. Para festejarlo, se está preparando un disco de inminente edición con piezas de diferentes géneros a cargo del guitarrista y compositor Esteban Morgado bajo la producción de Julia Pugliese. Como en la mayoría de las milongas, la entrada cuesta $20. En este caso, incluye además un espacio de estacionamiento en la cochera contigua. El salón de Boedo Tango está ubicado en Av. San Juan 3330, 1er. piso. Hay más información (y fotos ilustrativas de la atmósfera que dos veces por semana genera Sueño Porteño) en clubdetango.blogia.com.

 
Crónica: Carlos Bevilacqua
 
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Sebastian LinardiExtras
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