Fragmento que forma parte de la película «Pelota de cuero» (Armando Bó, 1963) y en donde Edmundo Rivero reinterpreta -con sus variaciones- el tango compuesto en letra y música por Héctor Marcó.

Por mi casaca blanca y celeste, Copa del Mundo.
Por la legión de todos esos que alzan su gloria,
en la gramilla o en el tablón.
Por ese hincha que los domingos
deja en el fútbol su pecho a tajos,
cuando la loca de doce gajos
busca los puntos de la ilusión.
Por el canilla, por el purrete
que atrás del arco grita su verbo
dejo este tango para el recuerdo,
como un golazo del corazón.

Los once leones del cuadro argentino
ya están en la cancha midiendo al rival.
Ya suena el silbato, ya el arco enemigo
de miedo en sus redes parece temblar.
La esférica danza su loca pirueta,
la hinchada delira caldeándose al sol.
Y a músculo y nervio sedientos de meta
van cinco saetas en busca del gol.

De pronto un pase del eje medio,
un wing se corta centrando al field.
La toma un ágil, driblea un hombre,
ya las tribunas están de pie.
Empieza el vino, gran remolino,
pase y gambeta, suena un tapón
¡Goool!
Gol en el aire, gol argentino,
y a la criolla nace un campeón.

La estrella del fútbol rutila en el Plata,
nació en un potrero de un pie sin botín.
De un pie de lauchita, de un barrio de lata,
por eso es suburbio shoteando en un team.
El mundo te aclama, campeón de campeones,
mi blanca y celeste casaca inmortal.
Un hurra a esos cracks que te dieron honores. ¡Hurra!
Silencio muchachos por los que no están.

De pronto un pase del eje medio,
un wing se corta buscando el gol.
Gol en el aire, gol argentino
y a la criolla nace un campeón.