Horacio Salgán cumple un siglo de vida. Quienes lo conocen y lo estudian coinciden siempre en un postulado. Salgán creaba obras totales, piezas cerradas y acabadas que, nutridas con diversos elementos y efectos de un caudal artístico genuino, configuraban un cuadro musical sin fisuras, una estructura combinada que tenía la justeza de los magos mayores de la composición.

Esa conversión a mago pianístico comenzó de pequeño con un padre aficionado al piano y a la guitarra y una casa en la que se respiraba “un ambiente propicio para la música”, decía Horacio. De chico, mientras estudiaba obras clásicas en el conservatorio municipal, no solo se ocupaba del pentagrama sino también de las visitas con su madre al Teatro Colón para ver y oír, desde lejos, allá en el “gallinero”, los conciertos que cimentaban su temprano oficio.

Más tarde, el teatro y el conservatorio derivaron en la pantalla. A los 14 años, Salgán comenzó a tocar en salas de cine para musicalizar películas mudas. Así, el joven pianista empezaba a acomodar las notas ante el silencio mientras también ponía el oído al tango, el género que en aquellos tiempos templaba el ritmo cultural.

Admirador del pianista Francisco De Caro -del que Salgán sostuvo que fue quien “abrió la puerta” a los muchachos pianistas de entonces- fue Roberto Firpo quien lo incorporó en 1936 a su orquesta y a las ligas mayores del tango a la vez que componía arreglos para la orquesta de Miguel Caló. Su primer arreglo fue, precisamente, para Caló con el tango “Los Indios”.

Horacio S/algán y su hijo César (de la película Salgán & Salgán de Caroline Neal).

Horacio Salgán y su hijo César (de la película Salgán & Salgán de Caroline Neal).

Tras esos primeros pasos y luego de probar con una orquesta de jazz, en 1944 Salgán creó su propia orquesta, una formación por la que pasaron cantores como Edmundo Rivero, Ángel Díaz o Roberto Goyeneche y que, con vaivenes y algunos cortocircuitos con las consignas de la industria cultural de la época, mantuvo hasta 1957. “Tocaba en algunas orquestas y realmente me encontraba complacido. Pero, lógicamente, mi manera de tocar podía plasmarla en una orquesta propia. No podía, siendo pianista de otra orquesta o conjunto, exigir que se tocara de una manera determinada, que fuera personal o que me gustara a mí”, decía Salgan en un registro documental sobre la necesidad de formar su conjunto.

La orquesta, el dúo con Ubaldo De Lío y el Quinteto Real han quedado impresos en la historia musical como hitos tangueros. “Nos seguimos tratando de usted y eso que ni siquiera somos novios”, bromeaba Salgan, en una entrevista, sobre la amistad de más de 40 años que unió guitarra y piano en una dupla legendaria. Fue precisamente con De Lío con quien sembró los orígenes del Quinteto Real, otra de las formaciones que el pianista llevó a lo más alto de la historia musical tanguera.

La música cocinada a fuego lento

Nombrado y estimado por grandes músicos globales como Lalo Schiffrin y Daniel Baremboim, Salgan llegó a entusiasmar además a tótems como Arthur Rubinstein e Igor Stravinsky. Leopoldo Federico, que fue bandoneonista de su orquesta, destacaba de la música de Salgan “su riqueza armónica, el talento en los fondos musicales de cualquiera de sus tangos”.

En la lista de sus obras se incluyen composiciones como “Don Agustín Bardi”, “Motivo de vals” “Grillito” y la eterna “A fuego lento”. Sobre este último tango, alguna vez Salgán confesó su fuente de inspiración. “Está basada en una idea que parte de una frase de uno de los personajes de la opera El barbero de Sevilla, de Rossini, que un momento se refiere a la calumnia y dice ‘va corriendo, va corriendo por la oreja de la gente’, se va infiltrando. Sobre esta idea literaria, no musical, fue donde tome la idea de componer un tema musical que empezara de a poco y que se fuera, como quien dice, infiltrando. Y es así como comienza el tango A fuego lento”.

De a poco pero con la contundencia de las grandes obras, Salgán cocinaba sus temas con la precisión de un relojero y con la astucia de un corazón que le marcaba los colores profundos de sus melodías frescas e intensas. Renovador, estudioso y lúcido en sus pretensiones artísticas, el pianista no dejó de tocar hasta entrado el siglo XXI. Poco antes, las presentaciones con Ubaldo De Lío y los recordados conciertos del quinteto en el Club del Vino conformaron hitos en la resistencia del tango que, desde la década del 60, venía perdiendo fortaleza y se debatía entre tradiciones y vanguardias también en los ’90 y el 2000.

Salgán es un diamante que irradia e inspira. Nació el 15 de junio de 1916 en las proximidades del Mercado del Abasto y a lo largo de su carrera impulsó a sus artefactos musicales como antídotos para prolongar la vida de un género que siempre navegó entre el silencio y la popularidad. Hoy Salgan cumple 100 años. Un siglo de vida para una de las alquimias más reveladoras de la estirpe musical tanguera.

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