«¿Por qué el tango no se hizo cargo de los años trágicos y no hay letras que hablen del tema de los desaparecidos?» preguntó alguien a un panel conformado por tres poetas del género. Esta vez, la pregunta fue repetida ante tres exponentes de la canción porteña que justamente han publicado obras vinculadas a la temática, como Alejandro Szwarcman, Marcela Bublik y Raimundo Rosales.

Para profundizar la discusión, Szwarcman publicó en las redes el recurrente cuestionamiento para el 2×4, y la acompañó con algunas repreguntas como para hacer más interesante el debate. El material fue enriquecido por la participación de varios poetas, letristas, cantantes y músicos del género. A continuación, publicamos algunos de los mejores aportes.

El autor de «Pompeya no Olvida» abrió el debate cuestionando los mandatos morales para con el arte: “¿Qué obligación debería tener el tango, por sobre otros géneros a los que no se les hace el mismo planteo, de hacer mención al tema dictadura-represión-desaparecidos?». Y más allá de la cuestión administrativa sobre la cantidad de canciones, el artista corrió el eje hacia una discusión más profunda: “¿Hablar de los grandes temas nos garantiza de antemano escribir grandes canciones?».

El poeta uruguayo José Arenas reflexionó sobre la cuestión artística que disparó Szwarcman: “Escribir sobre los grandes temas no nos hace buenos artistas, porque creo que la finalidad del arte no es la justicia, sino la estética. Y no me refiero a la frivolidad, porque si el arte se compromete, mucho mejor. Pero no creo que deba ser obligatorio. Es decir, del lado opuesto, hay grandes artistas adictos a una ideología que no buscaban justicia para nada, que eran fascistas o funcionales, que no dejan de ser grandes artistas, pero tampoco dejan de ser fascistas o funcionales”.

Por su parte, el poeta Raimundo Rosales señaló su “desconfianza” sobre exigirle al arte el abordaje de los grandes temas, porque suelen ser temáticas determinadas por las épocas. Rosales citó al escritor Abelardo Castillo para aportar al debate: «Un obrero mal pintado, aunque esté parado sobre la cabeza de la injusticia social, es menos revolucionario que una Virgen de Rafael». Rosales agregó, traduciendo a Castillo, “que las canciones no son buenas o malas en el sentido moral. Están bien o mal escritas”.

En la comparación con buenas canciones de otros géneros, – en el posteo de Szwarcman se arrojaron sobre la mesa diversos ejemplos de canciones folklóricas o de rock que responden a la temática en debate – Rosales volvió sobre lo artístico en función de lo moralmente obligatorio: “Aunque todo es opinable, creo que ‘Los dinosaurios’ de Charly García es una gran canción, pero no por la temática que aborda, sino porque está bien escrita. Otras veces nos sensibiliza lo que dicen, pero artísticamente dejan mucho que desear».

El cantante y letrista Juan Serén opinó que no se ubica entre “los que creen que un letrista tiene las mismas obligaciones que un noticiero”. Y ejemplificó sobre su sentir a la hora de escuchar algunos tangos editados en aquellas décadas: “Algo pasó con el tango durante esos años, algo que, de algún modo, logró distanciarlo de un próximo público. A contramano, me llama la atención que en esa época se gastaba pluma en una Buenos Aires demasiado bonita para lo que estaba pasando. En lo personal, me sucede que cuando escucho esas canciones no logro diferenciar si son tangos o música para publicidades de jabón. Nuevamente a contramano, también puedo decir que es muy fácil quejarnos hoy, sobre todo para aquellos que nacimos en democracia. En aquellos años no sabría decir si todos los que hoy largamos cosas en un papel tendríamos la valentía de sacarle punta al lápiz”.

Para concluir esta selección de comentarios tras la publicación de Szwarcman, la bandoneonista Matilde Vitullo, recomendó el libro de Darío Cantón, “Gardel ¿a quién le cantas?”, y expuso parte del análisis de Cantón para comprender las históricas motivaciones artísticas del tango en general, dejando parcialmente de lado a los tangos existenciales que abordan temáticas universales como el amor o la muerte. Según Cantón, el tango era «la versión popular de un enfoque elitista de la vida y expresaba en forma parásita su dependencia de los valores de las clases dominantes al atacar a los de su propia condición».

Continúa Vitullo: “También sabemos que muchos tangueros eran conservadores en lo político. Eso no quita valor a sus tremendas composiciones en las que sí podían ser revolucionarios. Pero creo que estos orígenes del tango podrían explicar lo que vino después, no sólo durante la dictadura sino también en los años previos, cuando toda Latinoamérica estaba tomando conciencia de sí misma y de sus posibilidades de cambio. Probablemente, para los que vivimos el tango hoy, sea más entendible que escribamos letras con contenido social, ya que al estar retomando parte de nuestra identidad casi borrada por las leyes del mercado global, nos ubicamos desde el vamos en otro lugar, ideológicamente hablando”.

Pintura: Manifestación, de Antonio Berni