Por Javier Campo*

La cultura anarquista parte desde la concepción clara de que la lucha es la vida y, por lo tanto, las representaciones de esa cultura remiten siempre a esa vida, a esa lucha. Los tangos y las milongas anarquistas no fueron una excepción a esta regla. Los anarquistas promueven un «arte de la disconformidad» (Zaragoza, 1996:420) que abra las puertas a una sociedad solidaria y libre. En las pocas letras de tangos y milongas escritas por  anarquistas  militantes  que  pueden  encontrarse  se  nota que el pasaje se da desde la política al arte y no, como veremos en la segunda parte, del arte hacia la política. Los anarquistas querían transmitir un ideal y lo hacían a través del tango, la milonga, la habanera o el vals. Tomaban un género popular y lo utilizaban para su expresión ideológica. No sentían una pasión particular por el tango sino que  deseaban  ser  escuchados  por un auditorio atento: «El tango se limita a  exponer  las ideas revolucionarias en forma  popular» (Zaragoza, 1996: 423). Podemos encontrar así las Milongas anarquistas de El pobre gaucho, Milongas sociales del payador libertario; los tangos Guerra a la burguesía y Sacco y Vanzetti o las milongas reproducidas por Osvaldo Bayer (2004: 79-84). En todas ellas se trata de darle forma de canción popular a reivindicaciones o luchas de los anarquistas teniendo presente la necesidad de suscitar interés entre los compañeros. En cambio, los payadores criollos, rescatados por el público tanguero y muy relacionados a la filosofía ácrata, sabían cómo llamar la atención sin ser tan políticamente explícitos.

En el cancionero anarquista se puede encontrar una cuota importante de humor, la parodia está presente para modificar la letra de canciones populares u oficiales como el himno o marchas «patrióticas», y darle así el sentido que según los anarquistas deberían tener las canciones que se enseñan en las escuelas. El himno argentino se transforma así en el «Himno a la anarquía» que es cantado en veladas y encuentros. Allí las veladas comienzan con una canción que entonaban todos, y la preferida era Hijo del pueblo. “Su fiesta no debía ser sólo un acto para pasar un momento agradable sino también un espacio destinado a consolidar conciencias” (Suriano, 2001: 156). Participan los payadores  anarquistas reconocidos públicamente desde comienzos del siglo  XX y saludados merecidamente por tangos como A los payadores de Gomila.

En las filas de los payadores encontramos, en distintas épocas, a Luis Acosta García, Andrés Cepeda, Evaristo Barrios y Martín Castro. Todos ellos escribieron tangos y milongas en las que su pasión por la denuncia de las injusticias y la exaltación de la vida libertaria se entrecruzan para desmentir que un encuentro no tiene porqué ser un espectáculo de entretenimiento sin contenido político y social alguno. Revocaban incluso algunas de las llamadas «máximas» (citadas por algunos  historiadores  del tango) como la dominación de la mujer por el hombre, la tristeza «intrínseca» del  tango, que el tango deba versar exclusivamente sobre amoríos, el desinterés individualista por el devenir de las cuestiones político-sociales nacionales, la exaltación de las autoridades y las “fuerzas del orden”, etc. Según las teorías defendidas por los «machos del tango» todo tango para ser denominado como tal debe respetar estos tópicos en su temática. Sin embargo, hubo tangos que se rebelaron contra esos giros autoritarios y represivos y no fueron por eso cuasi- tangos.

Los payadores libertarios

Evaristo Barrios fue, entre los payadores, una figura destacada porque escribió varias letras y no sólo se dedicó a improvisar en las payadas. Se supo relacionar con el ambiente tanguero de las décadas del 20’ y el 30’. Algunas de sus letras fueron cantadas en las milongas de Boedo, según cuentan los memoriosos. Entre sus temas se encuentran Sin güelta, No hay amigo como el peso, Política chica y Delen cancha a las mujeres con los cuales hace presente los cuestionamientos de un ácrata convencido.

En Sin güelta realiza una crítica ácida del progreso que por su devenir se destaca material, pero no humano. Opone la ciudad al campo  para  afirmar (cuando el campo todavía no estaba tecnologizado) que la «tranquilidá y mantención» solo podrá obtenerse con el traslado a un lugar no viciado ni corrompido en el interior de la Argentina. De todas maneras hace notar que los productos que modifican los hábitos de vida ya estaban llegando al campo en los 20′: la gauchita utiliza cosméticos, «la maquina ande quiera deja mucha gente ajuera» y en los ranchos comienza a escucharse música foránea. En la anteúltima estrofa Barrios peca de optimista y cae en la aceptación de «la patria», algo que no hubiera hecho un anarquista atento. Los anarquistas no creen que exista la nación o, más específicamente, la patria ya que las fronteras y las instituciones que dan forma a una patria no sirven más que para engendrar guerras y miseria. Pero, de todas maneras, esta milonga alerta sobre todo lo que queda al costado del camino cuando «el progreso atropella» y lo que sobran son linyeras que pierden la vergüenza por un pedazo de pan.

Evaristo Barrios

Evaristo Barrios apela a la parodia para burlarse de este mundo material y decretar que las relaciones humanas ya no valen porque No hay amigo como el peso (1924). Cualquiera puede cambiar su personalidad, ideas o posición si el dinero se presenta, y siempre es tentador. El hombre se vuelve loco y su cuerpo corrompe con tal de ganar más y más. A Barrios le espanta que para asegurar su existencia el hombre deba encadenarse a un patrón y no pueda afirmarse en su integridad. Así como si adelantara lo que Discépolo condensara diez años después en Cambalache,   los valores están trastocados: el rico, aunque ladrón, es señor y el pobre trabajador es un don nadie.

Esta burla a los  principios, siempre ocultados, del  capitalismo hace hincapié en uno de los argumentos más usados por los anarquistas, y que los diferencia de socialistas y comunistas, el poco humanismo de un sistema de vida competitivo, absurdo y dominado por las relaciones de poder.  El único que “progresa” aquí es el rico magnate. En qué especie natural se ha visto que algunos deban pedir permiso para subsistir.

Por último, en lo que a Evaristo Barrios respecta, podemos citar las milongas Política chica y Delen cancha a las mujeres. Política chica relata las vicisitudes de las cuestiones electorales, la compra de votos, las esperanzas nunca recompensadas y, por supuesto, el fraude. Corrían los años de los primeros gobiernos radicales y ya desde el ’16 los anarquistas sabían que el gobierno de Yrigoyen, por más que se cubriera de un halo de pureza democrática y defensa del pueblo, seguiría respetando los privilegios defendidos por los poderosos oligarcas a costa del sufrimiento del resto. Confirmando esta política se dio la Semana Trágica en el ’19 y los fusilamientos de la Patagonia entre 1921 y 1922. En el momento de las elecciones todas las promesas se vertían en el paño y los patrones dictaban a qué caudillo se debía votar pero, al fin y al cabo, el pobre seguía siendo pobre e iba «sosteniendo al Estao, pa’ que no se venga abajo». El propio obreraje mantiene sus cadenas como una marca distintiva de su propia constitución,  sin reparar que sólo es necesario romperlas  para  ser  uno  mismo.  Los candidatos son los más incapaces y trepadores, y para mal «se divide al pueblo en clases» para resguardar la dominación de los más poderosos. Positivamente Barrios finaliza este tango certero reivindicando la fuerza del pueblo que impondrá finalmente la «real Democracia», se quitará la venda que permite entregar su soberanía y tomará conciencia para que triunfen los mejores ideales. El llamado anarquista militante de la última estrofa permite la esperanza verdadera en que con la acción pueda ser quebrado este sistema que mantiene las ilusiones y la libertad del pueblo en caja de la Política chica.

Delen cancha a las mujeres trata una temática similar que Política chica pero de una manera menos directa. Fiel a la ideología ácrata el autor destaca que entre el hombre y la mujer debe haber igualdad y no relaciones de dominación. La mujer tiene condiciones para gobernar y talento para decidir cuestiones importantes para la humanidad por eso Barrios deja en claro que no tiene ningún defecto intrínseco a su condición de género.

La mujer no existe tan sólo para los quehaceres domésticos, sino que tiene ideas respetables: ¡Un tanguero que iguala a las mujeres con los hombres y niega que «pa´ mandar son los varones»! Un ejemplo que, supongo, no les gustaría escuchar a muchos tangueros machistas de principios de siglo (y a Gobello tampoco). El antiautoritarismo de Barrios se huele a través del mensaje que promociona la letra, pero al igual que otras milongas de su autoría incurre en contradicciones que lo alejan de las ideas propiamente anarquistas cuando, por ejemplo, sostiene que las mujeres pueden gobernar (por ser ministros de hacienda domésticas), da a entender que debe existir el gobierno/Estado y también expresa que Dios creó a las mujeres «pa´ser nuestra compañera». Ni Dios existe, ni las mujeres están para ser simples laderas de los hombres según las ideas libertarias. Más allá de estos detalles, Evaristo Barrios escribió sus milongas pensando que la justicia social era posible, y que con esta contribución y su participación en payadas populares la sociedad libre y solidaria estaría más cerca. No jue pa´ entretener nomás.

Andrés Cepeda

El joven Andrés Cepeda compuso la mayoría de sus versos y canciones desde la cárcel, donde llegó luego  de una serie de sucesos non sanctos en los primeros años del siglo XX. Había nacido en Brandsen (provincia de Buenos Aires) en 1879 y estuvo con varios grupos de payadores, conoció a Evaristo Barrios y a Luis Acosta García aunque sólo se dedicó a escribir.

Carlos Gardel cantó numerosas poesías de Cepeda en su primera etapa de cantor campero de 1912 a 1915, como El poncho del olvido y La rosa (que musicalizó junto a José Razzano). En ellos se puede apreciar que el destinatario es una mujer a la que se profesa un amor idílico que no es correspondido (El poncho…) o la desdicha del dolor por la fugacidad de un gran amor (La rosa). Si bien estas letras no están cargadas de conceptos de la prosa libertaria es destacable decir que se ve en Cepeda a un anarquista que habla del amor y la nostalgia por un desengaño. No todas las desventuras de los anarquistas suceden con la policía. Pero, como decíamos en la introducción, no nos extenderemos en el análisis de este tipo de letras, aunque la militancia del autor nos indique su ideología nos concentraremos en el mensaje de las letras.

Cepeda murió en 1910 en una escaramuza sobre la avenida Colón, le asestaron una puñalada y falleció en el acto. El payador Francisco N. Bianco, en una nota del año 1959, escribió: «Según referencia de mi tío Raymundo Bianco (el «Argollero de Constitución»), la noche del velorio cayó la policía deteniendo a la mayoría de los amigos dolientes».

Los payadores libertarios que surcaban los campos también trabajaron junto a músicos tangueros de la ciudad, tal es el caso del dúo Agustín Magaldi / Pedro Noda junto a Luis Acosta García para el tango Dios te salve m’ hijo. Estrenado en el año 1933 llama la atención sobre un problema, que si bien no era nuevo, era por primera vez admitido y reivindicado por las máximas autoridades del gobierno: la suciedad electoral. Las prácticas violentas de la política del puñal son denunciadas por el tango, así como también la disciplina de obediencia a las autoridades que sustentaban esta política.

Luis Acosta García

Acosta García se desentiende de la situación utilizando la forma narrativa de un relator desprevenido, como alguien que no comprende porqué se asesina  a alguien que expresa abiertamente sus ideas sin acatar el mandato de la autoridad de turno. Se “hace el tonto” para dar una fuerza irónica a su tango. Esta crítica velada constituye un análisis mordaz que  adquiere  «efectividad» por hablar de igual a igual a un auditorio popular, en sus términos llanamente y sin  bajar una línea política de forma explícita. No se utiliza burdamente el relato del suceso para fundamentar una idea política sino que se ataca el conflicto desde la lógica: ¿por manifestar una opinión lo mataron al pobre paisano?

Una vez más se apela a la idea de una autoridad divina y si no fuera por el mensaje de la letra tiraríamos por la borda del barco libertario a ésta como a tantas otras letras conservadoras. Pero la mantenemos porque plantea el interrogante que comentábamos anteriormente. Otra  letra  cargada de un mensaje metafórico fuerte es ¡Ave María! del mismo Acosta García. Cuando el gaucho anda en las malas no hay ser humano que se le acerque, y puede desgañitarse gritando ante la tranquera  como ante las autoridades que miran hacia otro lado ante su reclamo de alimento. «Ni vos tenés pasto; ni yo tengo yerba», le dice al matungo como al  único «compañero» que le queda. El pobre animal vaga con el gaucho y juntos mastican su bronca y su pena. Para ellos no existe la solidaridad de los demás ni se les extiende una mano amistosa, en las malas se les recuerda constantemente la ley del más fuerte. Los anarquistas proferían sus críticas hacia esta premisa adoptada por el sistema de vida capitalista advirtiendo seriamente que esa actitud nos llevaría a la autodestrucción como especie. Aquí algunos terminan «muertos y abrazados como dos hermanos…» pero jamás alienados.

El casamiento no me interesa es un foxtrot, según las crónicas de la época y los historiadores, compuesto por Ivo Pelay y musicalizado por Francisco Canaro en 1934. La letra brinda los principios de una dama en tono irónico y socarrón. Si bien no se trata de un tango es para destacar que se incluía en el repertorio de algunas orquestas tangueras como la del mismo Canaro. La mujer rescatada por la letra dice que ella no «comprometerá» su libertad para casarse, no caerá en las redes del galán para ser hechizada y luego despertar esclava. Es interesante este pasaje: «Me revienta todo lo que deriva / de la hermosura del dulce hogar». Esa «hermosura» supone seguir los  pasos que toda mujer debe dar en la vida (al menos con exclusividad hasta mediados de siglo) según el sentido común, respetar esta «armonía» supone brindar la existencia para enajenarse a la dominación del macho.

Vivir una vida ajena es una preocupación de los anarquistas, ante todo está el ser humano como individuo autónomo. La autodeterminación no es un tema tratado muy a menudo en las canciones populares, el sentido común sobre lo cotidiano no es contradicho por los conservadores, ni por aquella izquierda que se centró prioritariamente en la lucha contra el Estado o las clases dominantes antes que de reflexionar sobre el control que día a día sujeta las decisiones debajo de una falsa libertad. El casamiento no me interesa plantea prematura y apocalípticamente el tema del control moderno que modificaría las relaciones sociales de dominación para agilizar, alivianar o destituir a los mecanismos de disciplinamiento violento tradicionales.

Dante A. Linyera

«Yo soy el cantinerito del viejo barrio ‘e Solís; / desde chico me tiraron los potros de la atorrancia / y desde pibe en el fango yo fui a meter la nariz.» Dante A. Linyera fue un poeta raro (visto desde el presente) y cantor ocasional, de esos que ocupaban los espacios populares de Buenos Aires cuando Gardel triunfaba en Europa y era gran señor aquí. Un poeta involucrado en la realidad de su pueblo y compañero fraternal de los escritores, músicos y militantes de las ideas de los que  meten la nariz en el fango.  «Todas las luchas nobles son estériles. Doblemente en caso de ser libradas por un solitario», gustaba decir Linyera.

Trabajó como periodista en La Montaña, la mítica revista fundada por Leopoldo Lugones y José Ingenieros en 1897, y tuvo una participación activa en El alma que canta, de Vicente Bucchieri, donde escribió varios editoriales en la época de mayor tirada de la revista (entre 1925 y 1930).

Linyera (Francisco Bautista Rímoli, tal cual era su nombre) había quedado huérfano muy chico y aprendió a leer y escribir al mismo tiempo que comenzaba a masticar sus primeros versos. Se acercó al reconocido escritor del llamado grupo de Boedo, Álvaro Yunque, y este tomó la responsabilidad de acercarlo a las letras sin por eso facilitar el abandono de sus apegos barriales e ideas. Yunque dijo sobre él: “Como correspondía a muchos jóvenes de la época, desde sus ideas anarquistas combatió por los desposeídos, siendo él, el primero».

En 1935 escribió un tango llamado Si volviera Jesús que fue musicalizado por Joaquín Mora. En él relata un hipotético regreso del «Mesías» a la tierra en el cual se daría cuenta que los hombres viven como individuos bajo el régimen de la ley del más fuerte, el darwinismo social impera. «Y no hay sol ni pan / para el pobrecito / que aún cree, bendito / que existe bondad…», el iluso es presa de la gran bestia que todo lo devora, y hay un sistema que reina: el capitalismo. «Ya todo se compra y todo se vende».

El Jesús del tango no es aquel venerado por la Iglesia y usado para fundamentar un credo muy emparentado con el sostenimiento de la miseria del mundo sino que se trata simplemente de un profeta que estuvo junto a su pueblo y padeció las mismas angustias.

Este Jesús (quizás negro) miró al porvenir y le legó a las generaciones venideras una confianza en que el bienestar estaría en la unión y jamás en el individualismo que hoy camina por cada vereda de nuestras ciudades. Linyera ha dejado clara su visión libertaria de la vida, «no soy cristiano ni soy judío, ni creo más que en el dolor humano», nombrar a Jesús no significa en este caso adscribir a los postulados de la Iglesia.

La otra letra que aquí reproducimos no es un tango sino tan sólo un poema de estilo lunfardo que pinta de cuerpo entero a Dante Linyera para la posteridad. Repasa su infancia, vida profesional e incursión por el anarquismo. Linyera vivió «hambreado» toda su vida y siguió fiel a sus ideas hasta su muerte en un manicomio público en 1938. Un ejemplo de vida para muchos que hoy dicen estar con el pueblo y brindan con champagne todos los días.

 

Autobiografía rasposa
Poema lunfardo  (1933) – Dante A. Linyera

Me yamo Dante A. Linyera… Pero no es ese mi nombre,
¿Pa´ qué batirlo?, Si es fulo como una mina sin tren,
Y en el fichero ´e la vida ´toy prontuariao como hombre,
Como hombre que la ha yirado, de un cotén a otro cotén.

Soy d´este país del bizcocho, la quiniela y la macana,
Nací en un convento grande como panza de burgués,
En una noche fulera sobre una almohada italiana
En la caye Independencia mil cinco cuarenta y tres.

P´aquellos que gambetearon los azares de mi infancia
Yo soy el cantinerito del viejo barrio ´e Solís,
Desde chico me tiraron los potros de la atorrancia
Y desde pibe, en el fango, yo fui a meter la nariz.

¡´Cha digo! Cuando me acuerdo que tuve catorce abriles
Justo cuando a la garufa de la vida me largué,
M´entran ganas de matarme, como hacen los tipos giles
Pero después fumo un pucho, batiendo: ¡Qué va cha che!

Mi jovie trajo ´e Calabria, la sbrufatta ´e su entusiasmo,
Me dijo un yorno: “Mequito, marino va ser osté”,
Y quiso hacerme almirante de una escuadra… ¡Qué sarcasmo!
Y hoy no me ayudan los remos, ¡Porque ni remar yo sé!

Fui al colegio y un buen día, campaniando el estofao
De la vida mishia y triste, sentí bronca, protesté…
La abacanada maroma que recorre el asfaltao
Me dio bronca y por las cayes del anarquismo dentré…

Y junando una mañana cómo un pobre musolino
Rejuntaba los “boyitos” con cariñoso ademán,
La inspiración, como Pedro por su casa se me vino
¡Y empecé a escribir puemas, enchastrados de gotán!

Y aquí estoy: Dante A. Linyera… Cantor de la mishiadura,
Del bulín, de la percanta, de la milonga, aquí estoy,
¿Quién será? Baten los rantes que catan mi caradura
Y yo mismo compañeros, ¡No sé siquiera quién soy!

Y aunque soy arrabalero, más que el farol de Pompeya,
Ni soy guapo, ni lancero, ni me tuerzo pa´ un gotán,
No uso daga en la culata, ni tengo Rubia Mireya
Ni soy aquel amorcito que se yamaba Julián…

No uso lengue en el pescuezo y a nadie le di la biaba,
No escabio guinado en el mate, ni manyo al Tano Pascual,
No uso liones con franjitas, ni soy de la yunta brava…
Y mis veintiséis abriles dentro de un año se irán.

No soy rey del escolaso ni del barrio de las latas,
Me vine para Corrientes transformao en un fifí,
Nunca he cascao una mina, ni la voy con caferatas
Pero la letra de “Pato” parece escrita pa´ mí…

No se tirar del carrito como no sea el de la yeta
Y una tristeza muy honda se escrachó en mi corazón,
Nunca pa´ una lora papa fui gil, el choma, el shusheta
Ni aquel garabito guapo, que es dueño de su ilusión.

¿Y quién soy al fin y al cabo? Psh… Un mamerto cualquiera
Prontuariao como un salame que ha manyao la gran cuestión,
Yo bato: “Semos hermanos…” Me yamo Dante A. Linyera
Y, aunque es vergüenza batirlo: ¡Ni siquiera soy ladrón!

 

* Fragmento del libro Las ideas libertarias y la cuestión social en el tango (Editorial Reconstruir).