Lleno de artistas que lo abordan pero todavía con dificultades para encarnar en un público estable y medianamente numeroso, el llamado “tango nuevo” sigue buscando su lugar. La misma palabra “nuevo”, que engloba a propuestas tan disímiles, da cuenta de una pelea en el interior de un género todavía cautivo del “fin de la historia tanguera”, ese imaginario extendido que se empecina en situar al tango en un tiempo ya pasado, que clausura todo intento creativo.

Tratando de luchar contra ese estado de las cosas, dentro de la programación del Festival de Tango 2009, se realiza el ciclo “Tango Garage”, dedicado a dar lugar a los artistas de esta movida, más subterránea que nueva, cuyo único denominador común quizá sea el de tratar de desacartonar al tango.

Pero hasta ahí llega lo unívoco. Organizado por el periodista especializado Gabriel Plaza, la programación del ciclo justamente trata de mostrar lo variado de estas nuevas expresiones. Tal como pasó en la noche del jueves 20 de agosto donde se vieron quizás las dos diferencias más grandes dentro del llamado “tango nuevo”: quienes lo abordan priorizando las melodías simples y quienes se arrojan hacia búsquedas más rupturistas y abstractas.

Dentro de las primeras estuvieron Los Hermanos Butaca, con su tango irreverente mezclado con el rock, que brindaron una presentación tranquila (habrá tenido algo que ver que, por esta vez, no hayan usado sus sombreros-butaca), acompañados en el final por la cantante Mavi Díaz y el armoniquista Franco Luciani. Sus canciones pegadizas que cuentan historias de “humor triste” (una mezcla loser en la que los Butaca se mueven muy bien), mostraron una propuesta artística muy diferente a la de la Electro Orquesta Hojarasco, agrupación dirigida por el bandoneonista Nicolás Tognola que aborda al tango orquestado desde una mirada electrónica sin por ello pretender ser tango electrónico. Integrada por una sección de cuerdas, bandoneón, batería y teclado, su propuesta disonante y energética se centra en un concepto mucho más violento, acentuado por las letras más existenciales, interpretadas por un Franco Bellini intenso y hasta tortuoso, alejado de los yeites del clásico cantor de tango (rol que tan bien maneja cuando canta en la Orquesta Típica El Afronte).

Este tipo de contrastes dentro de “lo nuevo” fueron puestos sobre el tapete en la sección “Ring-side tanguero” que noche a noche se sucede en este ciclo. Una suerte de contrapunto entre dos propuestas artísticas que se van alternando canción a canción. Para esta velada tocó el turno de Tomi Lebrero y su puchero misterioso vs. el Dúo Fuertes-Varnerín, donde aconteció lo más inesperado de la noche.

Es que lo del bandoneonista y cantor Tomi Lebrero fue diferente a lo que suele interpretar. Acompañado de su conjunto donde también hay guitarra, cuerdas y percusión, este grupo cuenta con un repertorio que, además de tango, abreva de otros géneros como el vals y la chacarera, en un abordaje tierno que mixtura música y poesía. Pero para este contrapunto irrumpió un Tomi Lebrero mucho más cercano a una especie de “Kurt Cobain tanguero” que comenzó a vomitar una suerte de increpación urbana, con interrogantes sobre el tango, quiénes somos y qué estamos haciendo de nuestras vidas, mientras el bandoneón se transformaba en un medio de expresión más, con notas disonantes que salían de un fueye que pasaba de las rodillas a la misma nuca del cantante sorprendiendo a más de uno.

La contraparte de este Ring-side Tanguero fue el Dúo Fuertes-Varnerín, que emula a los dúos de cantores nacionales como Magaldi-Noda. Con un repertorio de tangos y valses clásicos, en su mayoría anteriores a la década del cuarenta, su propuesta transita el rescate de aquellas melodías simples y bellas del tango melodramático y popular. Acentuando aún más el contraste entre los conceptos en pugna, este dúo no interpretó su excelente versión de “Demasiada presión”, tema de los Fabulosos Cadillacs que hacen en clave de tango.

Pero eso no fue todo lo que pasó en la noche ya que antes habían transitado en la pista de baile Helen “La Vikinga” y Alejandro Andrian bailando “Tango Queer”, expresión donde los roles reservados al hombre y la mujer -que en el tango tradicional son fijos- se alternan. Performance que tuvo valor adicional al ser el debut de esta pareja artística.

Todo lo sucedido en el Konex pasó sobre el escenario con más o menos suerte. Como en un partido de fútbol, hubo presentaciones mejores que otras y en la cancha se ven los pingos. Pero es inevitable no resaltar cierta extrañeza en buena parte del público que todavía no sabe bien qué va a ver cuando se habla de “tango nuevo”. De hecho, tampoco sabe qué hacer durante una presentación. Si moverse. Si bailar. Si acercarse al escenario cuando toca un músico (fue notorio que nadie se animó a invadir la pista de baile cuando tocaban los grupos, dejando un inmenso vacío delante del escenario), si cantar, si gritar, si putear.

Señales de que la nueva movida del tango -que existe y a nivel artístico tiene una fuerza envidiable- todavía debe generar un público propio. Espacios como este ciclo son ámbitos insustituibles para ello. Por eso hay algo que rescatar ya que, mas allá de cierta extrañeza entre los asistentes, el público asistió, llenó y aplaudió. Esa es la buena señal.

Para consultar la programación del ciclo visite la agenda de Fractura Expuesta