Por Horacio Verbitsky * 

El título parece una exclamación burrera, pero es apenas una descripción del contenido de lo que te propongo escuchar: las únicas ocho grabaciones en piano solo del más grande entre los grandes pianistas del tango, Horacio Salgán, de una calidad no inferior a la de Duke Ellington, con quien compartía las raíces africanas.

Todos escuchamos las grabaciones de su primera orquesta, de los años ’50; las el Quinteto Real a partir de los ’60, el dúo con ese otro pianista extraordinario que fue Dante Amicarelli y la sociedad interminable con Ubaldo de Lío, hasta poco antes de su muerte, a los 100 años en 2016.

Lo que no se conocía era cómo sonaba Salgán a solas con su piano. Te va a volar la cabeza, como me la voló a mí su orquesta cuando no tenía diez años y me valió una bronca familiar inolvidable.

Como no había banca electrónica ni Rapipago, tuve que ir a la compañía de electricidad de mi pueblo en la provincia de Buenos Aires a pagar la cuenta de la luz, porque cuando pasó el cobrador no teníamos la plata. Salí con mi billete colorado de 10 pesos pero me desvié en el camino hacia la disquería que estaba frente a la estación del tren. Volví feliz con mi disco de pasta de Salgán, completamente olvidado de la misión.

Mi vieja no podía creerlo y no me olvido de su expresión de furia contenida. Además tuve el castigo de no poder escucharlo hasta que papá consiguió un anticipo en el diario y pudimos pagar para que nos reconectaran. En mi recuerdo era «A fuego lento» pero debe ser una trampa de la memoria porque Salgán recién lo grabó en 1957, y por la casa en la que vivíamos esto debió ocurrir antes del 26 de julio de 1952.

¿Cómo me acuerdo de la fecha? Porque ese día nos mudamos a otra casa. Como todavía no estaba conectada la luz, la primera noche la pasamos allí sólo los hombres de la familia y por la radio de los vecinos escuchamos a la luz de las velas que la jefa espiritual de la Nación había pasado a la inmortalidad. Son esas cosas que te quedan grabadas para siempre. Tal vez era «Mi Refugio», «Gallo Ciego» o «Los Mareados», qué más da.

Para que esta joya llegara a vos hubo una hermosa cadena de complicidades. A mi le la pasó Daniel Godfrid, que es el pianista de Lidia Borda. Daniel se acercó porque le encantan El Cohete a la Luna y nuestros gustos musicales. Él la recibió del «Mono» Juan Carlos Fontana, quien a mi pedido contó la historia.

En 1991, El Mono tocó al aire libre en Palermo, en un ciclo titulado Música en el lago. La misma noche tocaron Horacio Larumbe, Baby López Furst y Salgán. El Mono registró todo en un pequeño grabador a casete y años después lo pasó a un CD. “El maestro Salgán fue sin duda un momento especial ya que estaba solo sin De Lío. Para mi y muchos era una bendición poder escucharlo así. Tocó A Don Agustin Bardi, uno genial que se llama Aquellos tangos camperos e incluso una composición del Mono Villegas, Simonette”, cuenta Fontana. “Salgan habla (casi nunca lo hacía en las funciones, a diferencia del Mono Villegas), explica algunas de las piezas que va a tocar, y hasta cuenta un chiste”. El CD le llegó a Salgán a principios de este siglo y disfrutó mucho de escucharse.

No me digas que no sos un privilegiado.

Y para seguir con las ilustraciones fuera de sincro, esta nota sobre Salgán va con la foto de Sebastián Piana con mis viejos que mencioné la semana pasada. Me la mandó mi hermana Alicia, haciendo honor a su apodo infantil de «La encontradora».

Qué bueno que haya otra música que nos dé placer, además del hit del verano. ¿No?

Horacio Salgán (solo piano) en el ciclo Música en el Lago (1991)

«Boedo»

 

«Tango del eco»

 

«Don Agustín Bardi»

 

«Independiente Club»

 

«Tango para tus manos»

 

«Horacio y Adolfo»

 

«Simonette»

 

«Aquellos tangos camperos»

 

* Texto publicado originalmente en El Cohete a la Luna y reproducido bajo autorización del autor.