El tango nació irreverente. Ni de izquierda ni de derecha. Irreverente. Guarango. Jodón. Marginal. Surgió a fines del siglo XIX en los lupanares, ámbito donde ciertas barreras sociales eran dejadas en suspenso, pero que por supuesto no eran lugares “rebeldes”, ni tampoco “alternativos”. Sí lugares donde se caían las caretas de la moral victoriana de aquella época. Después, con el tiempo y por muchos motivos confluyentes, el tango fue andando por distintos derroteros que lo llevaron a ser aceptado en todos los ámbitos de la sociedad, pero al precio de ir “moralizándose” en el camino. De hecho se convirtió en una suerte de ortodoxia musical. Más adelante todavía, los jóvenes en los 60 se identificaron con el rock y empezó el gran desencuentro generacional, la historia es conocida. Por eso la gran novedad del actual resurgir tanguero tiene un denominador común: la necesidad de oxigenarlo, de resquebrajarle los duros esquemas, en fin, de alegrarlo una vez más.
Nacida hace tan solo cinco meses, Falopa es una propuesta que lleva esta actitud al extremo. En el criollísimo formato de cuarteto de guitarras con cantor, este grupo está integrado por dos ex Muy Señores Míos, Federico Marquestó (dirección y composición musical) y Juan Spolidoro, junto con Francisco Huici y Gustavo Carretino. Cerrando el “dream team”, Pablo “Piraña” Marchetti en letras, palabras varias y voz, quien despertaba cierta expectativa por encabezar la revista Barcelona, medio irreverente si los hay.
El bar “El Zaguán” estaba a punto para la mística tanguera. Un viejo bodegón que conservaba bastante de sus características originales, en la zona del también viejo y reo mercado Spinetto, era ideal para quien quisiese hacerse la película. Pero claro, hoy ese bodegón se volvió un bohemio bar cultural y el Spinetto, un Shopping. Y en medio de los zamarreos de la realidad, pintó Falopa.
Con una hilera de guitarras afiladas y sólidas que daba cierta sensación de pared sonora, arrancaron con “Milonga Paranormal”, una milonga a los palos que desde el vamos mostró la personalidad de este grupo: musicalmente, con composiciones originales y buscadas, pero que no rompen con las características fuertes de los géneros abordados (además de tango y milonga, visitan ritmos folclóricos), respetando las exigencias de la música popular.
Pero fue en las letras donde sí aconteció una ruptura. No tanto en el concepto vanguardista de quiebre total con lo anterior, sino mas bien en un sentido de caricatura, de deformar los rasgos sobresalientes, jugar con ellos, transformándolos rotundamente, pero sin romperlos. Porque las letras de los tangos, milongas, chacareras y zambas que este grupo interpreta, feroces, sacadísimas!… no dejan de ser letras de tangos, milongas, chacareras y zambas. Delicado equilibrio en que se mueven muy bien.
Dieron prueba de ello composiciones como la milonga “Ying yuta” hilarante historia de un policía new age, “Carlitos zombie”, que narra una historia en que Gardel se levanta de la tumba resurgiendo en un “Extraño mundo de Jack”, pero tanguero. Todo mixturado por increíbles introducciones narradas por Marchetti, algunas mas filosas (“¿Quien fue el imbécil que echó a rodar el mito de que la lectura inevitablemente hace mejores personas a las personas?...”) y otras más humorísticas, como la que antecedió a la milonga “Cuatro amigos”, verdadero “futuro hit” del tango nuevo, con coro pegadizo, casi de cancha.
Canciones que demostraron que la dupla compositiva Marquestó – Marchetti funciona. Y lo siguieron corroborando otros hallazgos como “Compañera”, historia de amor entre una aguerrida militante montonera con un chabón de barrio, que van recorriendo los 70 de una forma tal, que uno no sabe si reír o llorar en el devenir de los distintos avatares amorosos, cruzados por nuestra historia política reciente, para nada divertida.
O la poderosa chacarera “Anarquía en la republiqueta” cuya letra trata de imaginarse como sería una Argentina… anarquista! Todos cruces entre épocas, géneros, realidades y miradas, tan contrastantes como el juego que se arma en el escenario, entre el fondo musical criollo de las guitarras y la interpretación de un cantante que realmente se saca en el decir de una canción, con algunos momentos escénicos mucho más cercanos a un roquero pesado que a un tanguero nostálgico y ensimismado.
Cerraron con un regalo: una canción infantil llamada “Tuquitas” (cuyos personajes no hace falta describir) acompañada por… toc tocs! Un chiste que juraron no volver a tocar por un buen tiempo. Final de un show tanguero, en un ambiente donde quedó relampagueando euforia y alegría.
No es que estas sensaciones sean hoy algo especialmente nuevo. El tango viene sacudiéndose la amargura hace ya unos cuantos años. Es un camino compartido por muchas propuestas artísticas, y este grupo es parte de toda esta movida. Pero siendo la poesía la pata que más le cuesta mover al tango de esta época, tímido todavía para abordar a la ciudad que alguna vez lo parió, una noche llegó Falopa y se pudrió todo. Una andanada hiriente dirigida a un cerebro que tiene días en que se lima y otros en que explota, en fin, nada tan raro en Buenos Aires. ¡Si mañana será otro día igual!… Falopa. |