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Baile
 
Mundial 07
Los campeones en caliente


Estas son algunas de las declaraciones que realizaron los campeones mundiales de baile 2007 sobre el escenario de La Rural y con las pulsaciones todavía alteradas por la noticia de la consagración.
 
Fernando Gracia y Natalia Tonelli Attori (campeones de Escenario). Él es de Lanús y ella de Zárate. 21 y 20 años. Se conocen hace más de 3 años pero hace sólo 4 meses que bailan. Dijo Fernando: “La coreografía surgió de nuestra improvisación. Cada paso fue sentido, según lo que la música nos dictó”.

“Hay una camada de bailarines bárbara, en la que son todos campeones. En el arte no se compite, sólo se mide quién trabajó más o menos, pero en realidad es suerte. No esperábamos ganar. Creo que ganamos porque no competimos. Bailamos con la idea de promocionar esta pareja, el no competir y estar seguro de lo que hacemos nos permitió ganar”.

“Tuve muchos maestros, así que no tengo sólo un referente. El tango es mi referente. Traté de sacar lo mejor de cada uno, por eso estoy muy agradecido”. Llevado por una colega a nombrar algunos de esos maestros nombró a Natalia Hills, Guillermina Quiroga, Gachi Fernández, Claudio González, Melina Brufman, Wálter Gómez, Osvaldo Guevara, Mirta Ríos, Germán Cornejo, Nicolás Cobos y Paola Jean Jean. “Aprendí mucho de mis ex-compañeras y de mis colegas. Estudiar se volvió un lindo vicio”. Trabajó durante dos años a la gorra en Caminito, en la peatonal Florida y en Complejo Tango.

Dijo Natalia: “Soy de Zárate, aprendí a bailar desde chica pero al conocerlo a él comenzó una nueva etapa. Teníamos dos estilos diferentes y al juntarlos nació algo nuevo, que teníamos como guardado”.

¿Cómo se conocieron? Contó Fernando: “Yo fui a estudiar a Zárate y la veía siempre muy arreglada. Luego de dos años nos encontramos en La Viruta. Después me fui a bailar a Europa con Sabrina Masso y ni bien volví la llamé para probar. Al segundo día fuimos a una audición improvisando y quedamos y a partir de ahí surgió el planteo del proyecto como pareja. Tenemos los mismos ideales: ser buena gente y dar lo mejor de cada uno para romper el escenario”.

Dante Sánchez e Inés Muzzopappa (campeones de Salón). Él tiene 19 y ella 20. Él es de Comodoro Rivadavia y está radicado en Buenos Aires, donde empezó a estudiar Psicología. Ella es del tanguero barrio porteño de Villa Urquiza, trabaja “en algo que nada que ver con el tango” y estudia diseño gráfico. Él bailaba folclore en Comodoro Rivadavia hasta que un día ofrecieron clases de tango y las empezó a tomar. Apenas consagrado, Dante tomó el micrófono para agradecer a sus maestros Carlos y Rosa Pérez. Ella empezó porque cuando la madre iba a bailar a las milongas, la llevaba y se terminó enganchando. “Hace 5 o 6 años que bailamos tango y hace 4 meses que bailamos juntos”.

Dijo Dante: “Este premio está dedicado a los milongueros viejos, a los que realmente bailan tango, a los que vivieron la época del ‘40 y el ‘50. Pienso que se está perdiendo el verdadero tango de salón porque se está bailando de una forma muy moderna y se está perdiendo el abrazo del tango, que es lo más importante”.

“Ganamos porque lo llevamos en el alma y eso se nota cuando bailás. El entrenamiento para el tango salón es ir a milonguear”. Se declararon habitués de Sunderland, La Viruta, Salón Canning y La Baldosa.
 
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Publicado en Agosto de 2007
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Los estilos de baile

Todos hacemos las cosas de diferente manera, por lo que se puede postular que hay tantos estilos como bailarines. Sin embargo, considerando ciertos rasgos en común, también pueden distinguirse 5 estilos que aluden a casi todas las maneras de bailar.
 
Canyengue. Habría sido el primero en delinearse claramente, a finales del siglo XIX. A simple vista, los cuerpos lucen más encorvados, producto de una marcada flexión de rodillas. Las manos se toman cerca de la cintura masculina y las caras, en contacto, quedan mirando hacia un mismo costado, según la forma más frecuente. Movimientos muy marcados, con frecuentes cortes, siguen una música bien rítmica, dando por resultado un baile orillero, pícaro, de carácter mucho más festivo que el tango tradicional. El origen de esta modalidad, como la del tango mismo, es dudoso. Hay quienes lo atribuyen a una imitación burlesca de bailes de los negros, quienes sostienen que surgió de un afán lúdico de los compadritos en las calles y quienes lo ubican como escarceos previos en prostíbulos marginales. Hoy en día, la música más afín al estilo canyengue es la de las orquestas de Lomuto, Firpo, Canaro, D’Arienzo (previo al ’38) y los Tuba Tango.

Salón. Como su nombre lo adelanta, se originó en salones del baile cuando el tango dejó de ser un fenómeno marginal y empezó a ser aceptado por clases altas y medias. Se caracteriza por una postura más erguida, un abrazo medianamente cerrado, poco o nulo contacto de torsos y cabezas que se ubican de frente. Los pasos son más bien largos y elegantes, a ras del piso. Si bien abundan las figuras, estas se ciñen a la disponibilidad de espacio que ofrece la pista. Hay un cuidado en la calidad de los movimientos, cuya musicalidad atiende tanto al ritmo como a la melodía. Es es el estilo mayoritario entre los bailarines amateurs y, por ende, el más útil para desenvolverse en una milonga. Se puede afirmar que toda la música claramente bailable es afín a este estilo, pero sus cultores suelen preferir las grandes orquestas de la época dorada: Troilo, Pugliese, D’Arienzo, Di Sarli, De Ángelis y Caló.

Escenario. Una vez más el nombre dice mucho sobre sus rasgos principales: movimientos diseñados y previamente ensayados para seducir la mirada del espectador en un teatro, una casa de cena-show o una exhibición en una milonga. De ahí la espectacularidad de los pasos, llenos de ganchos, voleos, piruetas y los llamados trucos (efectos visuales), ejecutados por momentos a gran velocidad y sin hacer asco a elementos de otros estilos u otras danzas como ingredientes. En ese afán de innovación, los bailarines profesionales apelan incluso a figuras de otras disciplinas, como el patinaje, la acrobacia circense y la gimnasia artística. Aunque encierra el riesgo de alejarse demasiado de las raíces, suele derivar en shows de una energía impactante, difícil de resistir. Los intérpretes preferidos por los coreógrafos son Troilo, Pugliese, Piazzolla, Mores, el Sexteto Mayor, Color Tango y la orquesta del espectáculo Forever Tango.

Milonguero. Es un estilo de baile social módico, económico, que habría surgido a mediados del siglo XX cuando la crisis del tango achicó el espacio disponible en las pistas. Se despliega a partir de un abrazo cerrado, o apile, en el que hay un contacto de torsos y caras, con un eje compartido. Esa comunicación corporal más directa facilita la marca masculina y su correspondiente interpretación pero requiere vencer ciertas inhibiciones. Simultáneamente, produce menos figuras y un énfasis en la musicalidad de cada movimiento. A simple vista, es el menos vistoso de los estilos y se ve como cortado respecto de la fluidez que sugieren otros. Si bien parece ser el que más rápido da herramientas para desempeñarse dignamente en una milonga, sus cultores son relativamente pocos. Todas las orquestas míticas se llevan bien con el estilo milonguero, pero por su sencillez las de Di Sarli, D’Arienzo y D’Agostino-Vargas parecen ser las más amigas.

Nuevo. ¿Lo que viene? Eso parece, a juzgar por su creciente popularidad entre los jóvenes. Hijo de las experimentaciones que inició Gustavo Naveira en los ’80, es un estilo desprejuiciado, de abrazo cambiante, con movimientos muy vistosos y sorpresivos: ganchos y voleos varios, colgadas, balanceos y juegos con los pesos y los ejes. En su faz social viene acompañado de una actitud más relajada respecto de los códigos, sobre todo en cuanto a vestimenta y calzado. Sus cultores (muchos de ellos profesionales) revelan un gran dominio del cuerpo, lo que les otorga más libertad para crear. Como desventajas, podría señalarse que el Tango Nuevo requiere demasiado espacio y que entraña el peligro de alejarse demasiado de las fuentes. El eclecticismo se hace sentir también en las opciones musicales, que suelen incluir a Gotan Project, Narcotango, Tanghetto y otros grupos del llamado tango electrónico.

En la (escasa) bibliografía milonguera y en las tertulias del ambiente se mencionan también los estilos Orillero (similar al canyengue, según algunos testimonios), Fantasía (pariente del de Escenario), For Export (de Escenario exacerbado, con fines definidamente comerciales), Líquido (enigma de cuño europeo que estaría caracterizado por su fluidez) y Liso (por su sobriedad, idea cerca al estilo de Salón). Pero son referencias aisladas, sin una caracterización clara ni documentada. Lo mismo ocurre con estilos que se definen por sus lugares de origen: Oriental (del Uruguay), de Villa Urquiza (elegante, claramente de Salón), de Avellaneda y del Centro (que algunos consideran sólo otro nombre del milonguero).

La mayoría de estos últimos estilos se fueron diluyendo con el tiempo. No se perdieron del todo, pero sus elementos probablemente fueron mutando y combinándose con otros. De hecho, es difícil encontrar cualquiera de los estilos en estado de máxima pureza. Como toda clasificación, la presente es arbitraria y sólo orientativa. Como en el lenguaje oral, todos bailamos personales cocoliches, que a su vez van variando con el tiempo. Brindemos por esa diversidad.
 
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Publicado en Julio de 2007
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Los códigos de la milonga

Un repaso por algunas normas de convivencia que rigen en el ámbito de la milonga. Cabeceo, circulación, disposición de las parejas, rol de género, son algunos ejemplos de esta normativa tácita del salon de baile.
 
Cualquiera que se haya sumergido por un tiempo en el mundo milonguero habrá escuchado, tarde o temprano, alusiones a “los códigos”, conceptos de por sí vagos y no sólo en el campo del baile social de tango. De hecho, una de las acepciones de código es la de algo enigmático, cifrado o conocido sólo por unas pocas personas, como el código de una caja fuerte. Otra proyección de su significado apunta a los valores compartidos que facilitan un entendimiento entre pares. Y la verdad es que un poco de todo eso hay en los llamados códigos de la milonga.

Producto de las costumbres que a su vez se fueron puliendo en función de una convivencia lo más armónica posible, fueron surgiendo, acumulándose y modificándose entre los bailarines de pista una serie de conductas más o menos repetidas. Son normas tácitas, pero extendidas, que rigen buena parte de los movimientos que se registran en el salón. Basándonos en aquella idea de que mi derecho termina donde empieza el de los demás, podríamos afirmar que la mayoría de los códigos permiten pasarla lo mejor posible molestando lo menos posible al prójimo. Una linda idea, y no sólo para el tango. Si –como bien sostienen el DJ Osvaldo Natucci y la docente Susana Miller– la milonga es una fiesta, los códigos contribuyen a que fluya sin sobresaltos, reduciendo los malentendidos al mínimo.

Para acercarse al circuito de las milongas conviene conocerlos y, en lo posible, entenderlos, aunque más no sea para violarlos, ya con cierto fundamento.

Entre los principales códigos, pueden enumerarse los siguientes:
Se invita a bailar cabeceando. El famoso cabeceo es un contacto visual que se prolonga en sutiles gestos de invitación y aceptación. Al generar instancias previas a la invitación en sí, este sistema evita los rechazos y encripta esa comunicación entre los dos protagonistas: quien invita y quien es invitado.

Si la mujer desea bailar con distintos hombres no debe mostrarse en pareja. Por motivos diversos, que van desde el respeto a su acompañante hasta oscuros vericuetos de la psicología masculina, la mujer que llega o se va acompañada sólo por un hombre, se sienta solamente con un hombre o se besa en la boca con alguien, tiende a ser descartada por el ojo del varón.

Uno de los dos lleva y el otro sigue. Estos roles, claramente definidos, son necesarios para alcanzar la coordinación que tanto maravilla del tango danza. Puede verse como machista, por el hecho de que el rol de conductor suele ser ejercido por el hombre y la mujer (habitual encargada de seguir) debe “entregarse” a sus decisiones, pero es parte fundamental de la mecánica convencional del baile. Si bien se miran, la mayoría de las danzas populares incluyen este requisito. Ocurre que en el tango parece más imperioso por la mayor cercanía entre los cuerpos propia del abrazo tanguero.

Se circula en sentido antihorario. En una analogía del sistema solar, las parejas tienen (igual que los planetas) movimientos de rotación sobre sus propios ejes y movimientos de traslación a largo de la pista. Esos movimientos de traslación ocurren en sentido contrario al de las agujas del reloj. Contrariar esa norma provoca choques, algo que debe evitarse al máximo, por la propia pareja y por los demás.

Los más hábiles bailan por los bordes y los menos hábiles por el centro. Sólo los bailarines con cierta experiencia aceptan la mayor exposición visual que implican los bordes. Por otro lado, es un área que requiere más destreza (al estar en general más poblada) y mayor desplazamiento en la pista con una determinada dirección. Bien podría pensarse que más que conciente este ordenamiento es natural, ya que el menos ducho, por más que lo intente difícilmente pueda mantenerse en una hilera tan definida como la que se forma en el último “anillo” concéntrico de la pista.

Las parejas no se pasan. Salvo que la pareja que nos precede se haya detenido por mucho tiempo, cabe siempre esperar apelando al ingenio, cual avión que da vueltas ante un aeropuerto congestionado. Es que la ansiedad de pasar a una pareja, además de descortés, suele redundar en un choque en ese lugar deseado, adelante de ambos. Lo más probable es que las dos parejas confluyan y choquen o se molesten, dejando un espacio vacante detrás.

Se baila bajo y tan extendido como la situación lo permita. Los pasos de la milonga tienden a ser módicos, lejos de la espectacularidad del escenario, para evitar al máximo las lesiones y por una estética de sobriedad que prima en la mayoría de los salones. Lo ideal es bailar para la pareja y no para las miradas ajenas. Quedan en general minimizados los voleos y ganchos altos, así como algunas barridas. Los tacos (particularmente femeninos) son muy peligrosos para la indumentaria y la anatomía de los vecinos. Esta precaución se extrema cuando la pista está muy poblada y se relaja cuando hay más lugar disponible.

En caso de choque, se pide disculpas. Si bien la gran mayoría de los choques son involuntarios, todo contacto perceptible es una molestia y un corte a la fluidez que caracteriza al baile. Por eso, corresponde que el principal responsable del choque pida disculpas, o que ambos lo hagan cuando la responsabilidad es más o menos compartida. La disculpa corresponde al varón y suele llegar a través de un sutil gesto con la mano o de una palabra a media voz previo contacto visual con la pareja perjudicada.

Durante el baile no se habla. La concentración que requiere el baile, así como una atenta escucha de la música que está sonando, desaconsejan los diálogos durante el baile. En la milonga abundan otras ocasiones para charlar.

El baile no se detiene ante desinteligencias entre los miembros la pareja. Aunque frecuentes, las marcas que no llegan o los pasos que no salen según lo previsto suelen ser minoritarios y conviene no sobredimensionarlos con detenciones del fluir coreográfico y mucho menos con discusiones sobre qué falló.

Entre tema y tema se rompe el abrazo. Hay un período de aproximadamente 10 segundos en el que la pareja descansa del tema anterior, se desprende de aquella lógica musical y se prepara para la siguiente consigna sonora al tiempo que “cata” la nueva pieza, como quien vislumbra de qué va lo que vendrá.

Las mesas deben estar alrededor de la pista. Una distribución tal del público sentado permite el cabeceo cruzado a través de la pista entre tanda y tanda, suele generar pasillos para circular sin interrumpir el baile y permite una visión lo más equitativa posible de la pista. Observar a las parejas, además de enriquecedor y placentero, resulta muy útil para elegir al futuro compañero o compañera.

La música se organiza en tandas. Grupos de aproximadamente cuatro temas se suceden separados por cortinas de menos de un minuto. Cada tanda tiene una característica que aglutina a los temas que la componen, ya sea la orquesta o el ritmo (tango, milonga o vals). El final de cada tanda habilita un segmento para descansar, ir al baño o simplemente cambiar de compañero. El tiempo más bien previsible de cada tanda facilita, a su vez, el despliegue de estrategias.

Los habitués se ubican en el mismo lugar. Esto facilita su ubicación y reconocimiento, tanto para quienes buscan a quién “sacar”, como para quienes esperan ser “sacados”. Por lo general, las mesas implican a su vez un espacio de pertenencia importante, que potencia o genera vínculos de diverso tipo: amistades, parejas, conocidos, etc.

En la pista se baila, no se estaciona ni se camina. Por respeto a los bailarines, que en muchos casos ya se ven limitados por la cantidad de colegas en pista, no se debe ocupar espacio para conversar, observar o pasar caminando. En caso de que no haya pasillos disponibles para dirigirnos a nuestro destino, siempre cabe la posibilidad de esperar el final de la tanda.

Estos códigos, como muchos más que podrían agregarse, también mutan (como mutaron) a través del tiempo, pero la mayoría se mantienen llamativamente fieles a la tradición. Otros, directamente, tienden a desaparecer, como las prescripciones de indumentaria. Los códigos tampoco se respetan por igual en todas las milongas y hasta hay algunas en las que su grado de cumplimiento va variando según el día de la semana o a lo largo de la misma noche, junto con la renovación de público.

En su libro “La pista del abrazo”, Gustavo Benzecry Sabá reúne 36 códigos, algunos de los cuales fueron tomados como referencia para esta reseña. Docente e investigador, fue él uno de los pocos que se tomó el trabajo de recopilar y comentar estas normas tácitas que reformulan en tiempo de baile ciertos valores culturales hoy en crisis (como la consideración hacia el prójimo, la protección de la mujer y la cortesía en general). Son principios que no definió nadie en particular, sino todos de manera colectiva y a lo largo del tiempo. Un intento acotado, humilde, pero relativamente exitoso, de concretar esa hermosa utopía de que todos la pasemos lo mejor posible. Al menos por un rato.
 
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El baile y su imprescindible relación con la música

La relación estrecha que mantienen la música y el baile en la milonga conlleva algunas preguntas interesantes. Aquí presentamos no solo esas preguntas sino también sus posibles respuestas.
 
Más allá de mezquinas (y cada vez menos frecuentes) rivalidades entre músicos y bailarines, el tango es uno solo como hecho artístico. Música y baile son sus expresiones más poderosas en este momento, sin desmerecer el lugar que ocuparon y probablemente vuelvan a ocupar en el futuro la poesía, el canto y el teatro en sus diversas formas. Pero ¿qué clase de relación mantienen música y baile? Es evidente que una muy estrecha. De hecho es casi imposible o absurdo imaginar baile sin música. Y, si bien a diario la música es posible sin baile, éste lo potencia, genera renovado interés por la primera y resulta la manera más intensa de vivirla. Más concretamente, son coincidentes las voces que asignan al baile buena parte del actual redescubrimiento del tango por parte de muchos jóvenes y no tan jóvenes en todo el mundo.

A través de las siguientes preguntas (que en una práctica casi esquizofrénica el autor de estas líneas se autoresponde) intentamos describir, aunque someramente, esa apasionante relación entre lo que suena y lo que se ve con cuerpos en movimiento.

¿Cómo se interpreta la música al bailar?
Hay formas clásicas de bailar la música que se escucha (tanto en la frecuencia de las pisadas como en el tipo de abrazo) y otras más heterodoxas, pero todas pueden ser valiosas o interesantes. Lo más clásico es pisar en los tiempos fuertes de cada compás, con lo cual “se sigue el ritmo”. Ritmo cuya velocidad no siempre es constante. Por supuesto que siempre hay en la música melodías, armonías y timbres. Todo eso sugiere (o no, según la sensibilidad de cada uno) distintos tipos de movimientos: caminatas, giros, frenos, amagues, sacadas, colgadas, etc. Pero hay gente que elige pisar en los tiempos débiles o contratiempos.

¿Se puede aprender a seguir la música?
Claro que sí. Si bien la capacidad para seguir la música tiene que ver con la sensibilidad de cada uno, hay actitudes que ayudan a desarrollarla. A más escucha, más clases de baile y más práctica, mayores serán las probabilidades de adquirir ciertas habilidades para interpretar la música con el cuerpo. Otras actitudes recomendables son la observación, cambiar de pareja (el consabido swingerismo que tantas satisfacciones reporta) y cierta audacia para probar nuevos movimientos. Es verdad que hay quienes tienen más facilidad, pero todos pueden progresar con un poco de voluntad y paciencia.

¿Qué música es bailable?
Toda la música es bailable, según coinciden especialistas, tanto de la música como del baile. Los ritmos pueden ser más o menos constantes y más o menos evidentes, lo que los hace más o menos difíciles de seguir pero no por eso la música deja de ser bailable.

¿Hay mucha diferencia entre la música de las milongas?

No tanta como sería deseable. Al menos en Buenos Aires, hay media docena de milongas que innovan pasando versiones más actuales de temas clásicos, versiones no muy conocidas de las orquestas de la época dorada o piezas del llamado tango electrónico. Pero el resto no escapa de las versiones más conocidas de las orquestas típicas de los ’30 y ’40.

¿Cómo se organiza esa música?
Por lo general, la música que se emite en las milongas está organizada en tandas, bloques de entre 3 y 6 temas musicales con alguna característica en común, que puede ser la orquesta o el ritmo (tango, milonga o vals). Cada tanda está separada por una cortina, fragmento musical de entre 30 y 60 segundos de duración que sirve para que los bailarines descansen o cambien de pareja.

¿Cuánto influye el DJ?
Mucho. Si bien la mayoría elige dentro de un repertorio relativamente limitado, siempre disponen de la posibilidad de escaparle al libreto y cada tanto sorprenden gratamente. Son ellos quienes eligen cuándo emitir esas orquestas de la época dorada, cómo organizar las tandas, cuánto hacer durar las tandas, de qué ritmo son (tango, milonga o vals).

¿Por qué muchos bailarines prefieren grabaciones en vez de música en vivo?
Según ellos, porque las grabadas son versiones óptimas, insuperables, sin errores ni cambios respecto de la partitura original. Sin embargo, es dable pensar que las prefieren por ser músicas previsibles, sin sorpresas, con las que pueden moverse más seguros. Otros argumentan la variable calidad de sonido de los grupos que tocan in situ, otros que quitan concentración en el baile. Lo cierto es que muchos organizadores de milongas no consiguen amortizar los gastos y el esfuerzo de llevar a músicos en vivo. ¿Por qué? Muchos de esos argumentos probablemente esconden un rechazo a los artistas nuevos y a las novedades en general.
 
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Cómo empezar a apreciar el baile siendo un neófito

¿Que significa "bailar bien"?, ¿Cómo sé, en una milonga, si alguien baila bien antes de que baile?, ¿Qué hay que evaluar en un espectáculo? Una guía para orientarse como espectador y un "centro" para los que se acercan inicialmente al baile de tango.
 
Nadie nace sabiendo. Toda habilidad, capacidad o conocimiento requiere de cierto tiempo para madurar y dar sus frutos. Pero ese camino puede ser más fácil, corto y hasta ameno si alguien nos tira un centro. A manera de esquemática guía, podrían plantearse las siguientes preguntas para acercarnos al fenómeno del tango danza, ya sea como espectador o como protagonista. En insólito arresto de audacia, se adjuntan posibles respuestas a esos interrogantes.

¿Qué hay que mirar durante una milonga?
La calidad del abrazo, la musicalidad (cuánto y cómo se sigue la música), el repertorio de figuras y movimientos, el estilo de esos movimientos, la fluidez con que esos movimientos se concatenan, la circulación por la pista, el tipo de pisada del bailarín y si agrega adornos (movimientos de finalidades meramente estéticas).

¿Qué hay que evaluar en un espectáculo?
La calidad y originalidad de la coreografía, la musicalidad, el uso del espacio escénico, la técnica, la postura, la sincronización entre los dos miembros de la/s pareja/s, el vestuario, el maquillaje, el uso que eventualmente se haga de otras danzas, las teatralizaciones que pudiera incluir, la historia narrada (si la hubiese) y la música elegida para bailar.

Estos parámetros pueden tomarse como válidos no sólo para las obras que se desarrollan en teatros sino también para las exhibiciones en milongas, los breves números de baile que a veces forman parte de otros eventos y para las competencias de baile categoría Escenario.

¿Qué es bailar bien?
Como todo arte, el baile es una materia subjetiva, por lo que no hay una respuesta sino casi tantas como espectadores. Aun difiriendo en la opinión que cada pareja nos pueda merecer, la idea de bailar bien se podría relacionar con la de “tener una relación armónica con la música, con el compañero de abrazo y con el medio ambiente”.

¿Cómo sé, en una milonga, si alguien baila bien antes de que baile?
Algunos indicios: al llegar elige el lugar a sentarse (no le da lo mismo), se sienta cerca de la pista o cerca del pasillo pero con dominio visual de la pista, tiene una actitud atenta a las miradas pre-cabeceo (invitación a bailar con un movimiento de cabeza), está vestido con cierta producción previa, tiene calzado de deslizamiento adecuado para la pista (por lo general zapatos de suela de cuero, ellos; de taco, ellas) y, por último, si saluda a gente (es habitué). Una vez que baila, además de las variables enumeradas en la primer pregunta, conviene observar si baila seguido, con quién (al menos qué nivel de baile representa su compañero/a), en qué “carril” lo hace (por afuera lo hacen, en general, los más experimentados) y si habla o se distrae durante mucho el baile (mala señal).

¿Cómo se puede apreciar el baile al intentarlo uno por primera vez?
Siendo varón, percibiendo la mayor o menor ductilidad de la mujer para seguir, pero también adaptándose (en lo posible) a su nivel. Siendo mujer, sintiendo la mayor o menor claridad de cada marca (indicación corporal del hombre para realizar determinado movimiento conjunto) pero también el sentido de oportunidad de esa marca considerando la música y el espacio disponible.

En un sentido más general, relajándose y tratando de disfrutar de las energías que fluyen entre los cuerpos. Disfrutando, a su vez, de los diálogos, miradas y el contacto físico que implica el abrazo tanguero. Este goce debería ir acompañado de un más trabajoso pero apasionante aprendizaje: el de descubrir qué hacer (y qué no volver a hacer) para evitar choques y pisotones, ya sea con el compañero como con las parejas circundantes.

Por último, el baile de tango es una excelente oportunidad para conocer (aunque muchas veces sólo superficialmente) un vasto universo de personas, con todos los riesgos y las posibilidades que eso conlleva. Si bien esta chance se presenta a diario en todos los ámbitos, en la milonga la frecuencia de esos acercamientos es mucho mayor.

¿Cómo sé si en una milonga se baila bien o no?
Por la forma en que circulan las parejas (si hay o no choques), por el respeto a las zonas de baile y las de “residencia”, por la calidad del piso y el cuidado que se le dispensa y por la forma bien diferenciada en que se bailan las distintas orquestas, entre otras variables.

Salvedades: Todo (matices, estilos, conductas) se aprecia mejor con el tiempo y el baile no dejará nunca de ser un hecho subjetivo, por lo que la determinación de “lo bueno” y “lo malo” variará según quien lo observe. Así que, amigo patadura, no tema disentir y déjese llevar por su natural sensibilidad más de lo que viene haciéndolo. Dicho de otro modo, relájese y goce.
 
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¿Por qué una sección sobre baile?

Un primer planteo para arrancar a pensar cuestiones referidas al tango bailado. Se inaugura oficialmente la sección "Baile y Milonga".
 
El baile es la expresión del tango que más público nuevo acercó al género en los últimos años. De manera evidente, es una expresión indisolublemente ligada a su música. Algunos historiadores incluso aseguran que el tango fue, antes que nada, un baile. Como sea, si su nacimiento no fue anterior o paralelo al de la música, fue inmediato y pronto cobró peso propio hasta llegar a ser una de las recreaciones favoritas de los argentinos de distintas clases sociales durante varias décadas.

A simple vista, el baile es un hecho estético. Como todo arte, emociona y moviliza. Reflexionando apenas un poco, se pueden descubrir algunas de las características que lo distinguen dentro de las danzas populares y que acaso expliquen esa fascinación. A saber:

– Un abrazo permanente
– Un contacto físico que puede ir de pies a cabeza (ambos puntos, principales sospechosos de la mentadísima sensualidad del tango)
– Combinaciones coreográficas por lo general improvisadas.
– Una ardua coordinación de los movimientos de ambos miembros de la pareja.
– Una estrecha relación de esos movimientos con la música que se escucha.
– Movimientos simultáneos de rotación y traslación de cada pareja, en una especie de modesto sistema planetario.

Sin embargo, a pesar de esta complejidad (o tal vez por ella) es una danza que suma adeptos a diario en todo el mundo. ¿Por qué? Algunas posibles razones:

– Es placentero, energizante y adictivo (quien lo probó lo sabe...)
– Uno es el protagonista.
– La milonga, clase o práctica suele implicar un interesante espacio de contención afectiva.
– Hay “joda” todos los días y hasta bien tarde (no se puede decir lo mismo de otras “salidas” como el fútbol, los bares, el cine, el teatro, ni de otros géneros más favorecidos por el mercado como el rock o la cumbia).
– Encierra un permanente juego de seducciones.
– Es saludable. Las subjetivas sensaciones que los bailarines aficionados experimentamos son cada tanto sustentadas por informes médicos que lo recomiendan.
– Su carácter improvisado, que lo hace siempre distinto, abre un atractivo mundo de posibilidades para el amigo de los desafíos.
– El de las milongas es un ambiente mucho más cálido y humano que el de las discotecas y las bailantas, por citar otros grandes espacios de encuentro en torno al baile.
– Los costos de entradas y bebidas suelen ser más económicos que en otros locales bailables.
– Aquellos con alguna inquietud antropológica encuentran un catálogo de códigos y valores, por un lado, y un caleidoscopio de personajes, por otro.

Esta singularidad del tango bailado se potencia hasta dimensiones impactantes entre los bailarines profesionales, que a diario arman breves shows en las milongas pero también otros más pretenciosos en teatros, cafés concert y restaurants o actúan para la televisión o el cine. Es probable que nunca en la historia del género haya habido tantos buenos bailarines profesionales como en esta primera década del siglo XXI. Gente de distintos orígenes, formaciones y edades (aunque con cierto predominio de jóvenes) que en muchos casos alcanzan resultados brillantes, ya sea buceando en la tradición, provocando con formas más heterodoxas o fusionando lenguajes en distintas proporciones.

En esta sección (hermana de la que cada 14 días se emite por FM Faro, 87,9 MHz), me propongo compartir algunas informaciones que por mi oficio de periodista manejo y que considero interesantes.
 
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Sebastian LinardiExtras
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