El baile es la expresión del tango que más público nuevo acercó al género en los últimos años. De manera evidente, es una expresión indisolublemente ligada a su música. Algunos historiadores incluso aseguran que el tango fue, antes que nada, un baile. Como sea, si su nacimiento no fue anterior o paralelo al de la música, fue inmediato y pronto cobró peso propio hasta llegar a ser una de las recreaciones favoritas de los argentinos de distintas clases sociales durante varias décadas.
A simple vista, el baile es un hecho estético. Como todo arte, emociona y moviliza. Reflexionando apenas un poco, se pueden descubrir algunas de las características que lo distinguen dentro de las danzas populares y que acaso expliquen esa fascinación. A saber:
– Un abrazo permanente
– Un contacto físico que puede ir de pies a cabeza (ambos puntos, principales sospechosos de la mentadísima sensualidad del tango)
– Combinaciones coreográficas por lo general improvisadas.
– Una ardua coordinación de los movimientos de ambos miembros de la pareja.
– Una estrecha relación de esos movimientos con la música que se escucha.
– Movimientos simultáneos de rotación y traslación de cada pareja, en una especie de modesto sistema planetario.
Sin embargo, a pesar de esta complejidad (o tal vez por ella) es una danza que suma adeptos a diario en todo el mundo. ¿Por qué? Algunas posibles razones:
– Es placentero, energizante y adictivo (quien lo probó lo sabe...)
– Uno es el protagonista.
– La milonga, clase o práctica suele implicar un interesante espacio de contención afectiva.
– Hay “joda” todos los días y hasta bien tarde (no se puede decir lo mismo de otras “salidas” como el fútbol, los bares, el cine, el teatro, ni de otros géneros más favorecidos por el mercado como el rock o la cumbia).
– Encierra un permanente juego de seducciones.
– Es saludable. Las subjetivas sensaciones que los bailarines aficionados experimentamos son cada tanto sustentadas por informes médicos que lo recomiendan.
– Su carácter improvisado, que lo hace siempre distinto, abre un atractivo mundo de posibilidades para el amigo de los desafíos.
– El de las milongas es un ambiente mucho más cálido y humano que el de las discotecas y las bailantas, por citar otros grandes espacios de encuentro en torno al baile.
– Los costos de entradas y bebidas suelen ser más económicos que en otros locales bailables.
– Aquellos con alguna inquietud antropológica encuentran un catálogo de códigos y valores, por un lado, y un caleidoscopio de personajes, por otro.
Esta singularidad del tango bailado se potencia hasta dimensiones impactantes entre los bailarines profesionales, que a diario arman breves shows en las milongas pero también otros más pretenciosos en teatros, cafés concert y restaurants o actúan para la televisión o el cine. Es probable que nunca en la historia del género haya habido tantos buenos bailarines profesionales como en esta primera década del siglo XXI. Gente de distintos orígenes, formaciones y edades (aunque con cierto predominio de jóvenes) que en muchos casos alcanzan resultados brillantes, ya sea buceando en la tradición, provocando con formas más heterodoxas o fusionando lenguajes en distintas proporciones.
En esta sección (hermana de la que cada 14 días se emite por AM 530, La Voz de las Madres), me propongo compartir algunas informaciones que por mi oficio de periodista manejo y que considero interesantes. |