«En la época en que empezamos con Almendra, Piazzolla y Los Beatles eran para nosotros verdaderos guías», decía Luis Alberto Spinetta en las conversaciones que Juan Carlos Diez mantuvo con el músico para el libro Martropía.

Lejos de las miradas complacientes hacia los repertorios temáticos clásicos del tango, Spinetta forjó una particular relación con el género que fue alimentada desde niño por su padre y que luego perduró transmutada a lo largo de su historia musical.

Piazzolla, según Spinetta, era «el futuro», la manera de romper con «la melancolía hedonista del tango tradicional». En esa clave, en una de las charlas con Diez, es en la que Spinetta desentrelaza algunos clichés tangueros, partiendo de la obra de Astor.

¿Cómo era escuchar Piazzolla en la época de Almendra?

Un evento. Siempre lo fue, pero en ese momento más que nunca tenía para nosotros mucha importancia, era un guía estético. Y creo que en Almendra eso está puesto de manifiesto. Hay un paralelismo así, lejano, con la música de Astor Piazzolla como también con Los Beatles. Es decir, nos incentivaban a buscar músicas un poco más allá. No se nos dio por comprarnos sitars y tocar música hindú pero sí mezclar la música de acá con la que nosotros hacíamos (…) La última vez que lo vi tocar a Piazzolla fue en Shams, me quedé asombrado, como todas las veces que lo fui a escuchar. También vi, así, medio de soslayo, sus ensayos, porque yo estaba haciendo un trabajo en el mismo lugar. Es bastante difícil explicar lo que se siente con la música de Piazzolla. Yo lo comparo con un film de Fellini. Me parece un genio a prueba de todo. Uno de los más grandes talentos que nosotros pudimos haber generado. Es un lujo para este país contar con un músico como él. Astor Piazzolla era una antigua discusión en mi casa, en las fiestas familiares. Mis parientes eran todos tangueros, obviamente. Cuando se hablaba de Piazzolla se ponía el dedo en la llaga siempre porque tenia sus acérrimos críticos. Con mis primos, que éramos los más jóvenes, lo defendíamos a muerte porque nosotros veíamos la ciudad con su ritmo actual, con los autos, con los semáforos, con la locura de Buenos Aires. La veíamos representada mejor que con la melancolía hedonista del tango tradicional.

¿El tango quedó anclado en el tiempo?

Exceptuando los grandes tangos, los bellísimos tangos que hay, en general a mí terminó aburiéndome. Pareciera que los protagonistas de los tangos son inexpertos en el amor, son una especie de bluseros más resentidos, por decirlo así. Los negros ya venían sufriendo mucho más que por amor. Entonces, cuando cantaban blues, en realidad era una alabanza. En cambio, los protagonistas de los tangos son ineptos para querer, para no dejarse engañar, ineptos inclusive para no llorar. Es un poco dura la crítica, pero bueno, los veo demasiado melancólicos y sufriendo por pavadas. Pareciera que ninguno labura, que ninguno hace nada, que no hay ciudad, no hay gente, no hay nada… Hay una mina, una madre, un barrio, un momento de soledad angustiante y chin chín, se terminó el tango.