Historia de un rescate: “Romance de aquella porteña”, de Hilda Herrera y Margarita Durán

A más de 50 años de su creación, la obra de Herrera (música) y Durán (textos) toma finalmente cuerpo en formato de disco. La voz de las mujeres anónimas de Buenos Aires. Una cantata entre lo rural y urbano.
27 mayo, 2025

▪️ Por José Arenas
Desde Uruguay (especial para Fractura Expuesta)

Fue a comienzo de los años ‘70 cuando la pianista Hilda Herrera y la poeta Margarita Durán comenzaron a trabajar en complicidad sobre la idea que desembocaría en Romance de aquella porteña, una cantata de ocho canciones y ocho textos para voz recitada que relataba la vida de las mujeres anónimas de Buenos Aires.

Para ese entonces, ambas creadoras apenas se conocían. Si bien habían hecho algunas colaboraciones -ya habían ganado el premio Festival Buenos Aires de la Canción en la categoría folklore con “Zamba del Fiero”- no era realmente una dupla de creaciones asiduas como la que tendrían luego o la que ambas forjarían por separado con nombres fundamentales como el del compositor Pedro Belisario Pérez o el poeta Antonio Nella Castro.

Fue Margarita Durán –como letrista colaboraría luego con Belisario Pérez, Edmundo Rivero, Chico Novarro, Carlos García, entre otros- la que propuso la idea y comenzó a escribir los poemas que formarían la obra. En 1972, Durán empezó a trabajar sobre los poemas que usarían para contar la historia de aquellas mujeres anónimas que habían poblado la Argentina y cuyo papel, fundamental y cotidiano, no figuraba en canción alguna. El concepto era una suerte de contracara de la obra “Mujeres argentinas” de Ariel Ramírez y Félix Luna que en 1969 había grabado Mercedes Sosa con notable éxito.

Sobre los textos dados, Hilda Herrera se puso a trabajar en la música. Para las mujeres rurales eligió cuatro ritmos sureños: el estilo, el triste, el triunfo y la milonga pampeana. Luego, para las mujeres de la ciudad, sonarían un vals, un candombe, una milonga ciudadana y un aire de tango. Herrera forjó con entusiasmo la música de todos ellos, especialmente sobre el vals, obra que por la complejidad de su versificación le tomó casi nueve meses.

Hilda Herrera (izq.) y Margarita Durán

La obra estuvo terminada y se estrenó en Córdoba en un formato de coro, el piano interpretado por la compositora y recitante. Luego de un par de actuaciones, silencio para “la porteña”. Más de una vez se acercaron a las autoras algunos intérpretes pidiéndoles temas por separado pero ambas concebían la obra como algo integral, algo que debía ver la luz como un todo. Pasaron décadas hasta que eso sucedió.

La primera vez que la obra volvió a interpretarse en vivo fue en el año 2022 en el CCK con un equipo formado por Edith Rossetti en voz cantada, Lidia Catalano en los relatos, Matías Wilson en bandoneón y arreglos, Gabriel Quiñas en piano y arreglos y Santiago Martínez en violín y arreglos. Popi Spatocco fue, esa vez, el director musical. Allí se vio después de mucho tiempo la cantata con un discurso previo por parte de Hilda Herrera en el que no guardó elogios para su amiga Margarita Durán.

Luego vino el disco.

Hace solamente algunas semanas salió a la luz el álbum de la obra. Romance de aquella porteña fue grabado tal cual se representó en 2022, solo que esta vez los relatos que anteceden a cada una de las canciones están dichos por la misma Hilda Herrera quien pone así su sello sobre una obra que le pertenece pero que se vuelve ajena en los arreglos y la voz de quienes la recrean después de tantos años.

Quien haya escuchado “La diablera”, “Juanito Laguna se baña en el río” o “Al calor de la tierra” tendrá una dimensión de la capacidad compositiva que maneja Hilda Herrera en una posibilidad de registros que van desde la zamba, el tango, la milonga o la chaya con un virtuosismo para el manejo de las melodías cantadas que pocos compositores argentinos han manejado.

Bajo un aura a lo Guastavino, el sello melódico y armónico de la pianista es tan reconocible en lo popular como en la música académica. La cantata no es la excepción, cada una de las obras forma un pequeño universo musical donde el género al que representa estalla en lo mejor de sí. El estilo representa como ninguno a los estilos, así como el triunfo o el vals, pero no sin dejar de pertenecer al corpus Herrera que rompe brevemente un esquema para dar su toque distintivo sobre la obra que maneja. En esta ocasión apoyada poéticamente por los textos de Durán que, como letras, se basan en una versificación bastante libre. No siguen un patrón encorsetado en ABAB, ni siguen métricas isocrónicas sino que cantan por sí solas.

Matías Wilson, Gabriel Quiñas, Santiago Martínez y Edith Rossetti

La versión que acaba de grabarse y que es una réplica de estudio del reestreno en el CCK no solamente es una visión clara de la obra sino que aporta una serie de colores y sonidos que la potencian en una formación que tiene aires de música de cámara.

El piano, el bandoneón y el violín tienen su parte fundamental en diferentes momentos de la obra: el bandoneón lamenta oscuridades, el piano lleva el ritmo de la pampa, el violín valsea ternuras o milonguea picardías con elegancia. Así, el trío formado por Matías Wilson, Gabriel Quiña y Santiago Martínez crea un paisaje sonoro, una historia pentagramada.

Los arreglos para cada una de las canciones pueden ser de sutiles delicadezas y melancolías, o fuerza y swing sensuales para dar voz a las protagonistas que fueron subalternas en la historia de Buenos Aires. Puntos altos son el triste, “Hembra de nunca decir nada”, el vals “Chinita de lucir” y el candombe –porteño con explosivas yumbas- “No dijo nada”. Diversos ejemplos de los ambientes que puede crear el conocimiento pleno de la música toda por parte de los intérpretes.

La voz de Edith Rossetti muestra su tesitura sorprendente para abarcar cada estilo musical y su técnica no le impide interpretar cada canción como si revolviera en el barro de los versos y encontrara la forma más adecuada para decir cantando de una manera clara, justa, tal como lo requiere el estreno –grabado, al menos- de un texto y una música trascendentales.

Margarita Durán comprometió sus versos para narrar la historia anónima de las mujeres con una visión que reivindica el lugar de todas esas hembras que hicieron el mundo rioplatense y que solamente tuvieron el silencio por tarea. Los versos “así tratada como yegua / era mejor no decir nada / y por si era tratada como amante / también era mejor no decir nada”, resumen una ética impuesta que la obra rompe sacando del olvido a indias, criollas, chinas jóvenes, negras.

La grabación de Romance de aquella porteña representa un momento consular en la música. Una obra que podría haberse perdido es rescatada para revivir el lugar de sus creadoras, para poner en su sitio a una mujer fundamental como Hilda Herrera y para encontrarnos con el trabajo musical que ha hecho un equipo de virtuosos. Gracias a este trabajo aquella porteña ya tiene voz de fuego, para siempre.

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