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Fotogalería: Tumbas de la gloria (parte 2)
En ciertos casos pasaron más de 40 años de la partida de algunos próceres del tango. Sin embargo, sus mausoleos conservan todavía flores frescas y distintas muestras de afecto y recuerdo que los «fieles» acercan cuando visitan a sus ilustres muertos.
«¿Quién repite esta raza de uno solo?», dice la muralla de granito que se levanta en el monumento a Troilo. Son palabras de Horacio Ferrer, grabadas para siempre sobre la piedra que protege la humanidad de Pichuco. «Tu ternura, la misma que dejaste en mi corazón, me ayudará a encontrarte», le dice Zita, su gran compañera, en letras sobre roca.
Al lado está el Polaco. Goyeneche, otro fiel de Troilo que descansa cerca del eterno bandoneón. Flores frescas para él también y un corazón de «su» Lua que reafirma: «Pola, mi corazón está con vos». En el frente, otra placa de su familiares: «Gracias Pola por tanta enseñanza que nos dejaste».
Los hermanos De Caro (Julio y Francisco) están a un par de metros, en un mismo monumento, con una leyenda que lleva la firma de Atilio Stampone. «El tango tiene mucho que agradecer a estos genios creadores de una escuela, que ha de permanecer eternamente, en el reconocimiento y en el afecto de quienes hemos sido sus discípulos», resume el epitafio.
Fractura Expuesta presenta la segunda parte de la serie fotográfica «Tumbas de la gloria», un recorrido por los monumentos erigidos a destacadas personalidades del tango.
Aníbal Troilo (11 de julio de 1914 – 18 de mayo de 1975)
Roberto Goyeneche (29 enero 1926 – 27 agosto 1994)
Julio De Caro (11 diciembre 1899 – 11 marzo 1980)
Francisco De Caro (23 marzo 1898 – 31 julio 1976)
Ver la primera parte de «Tumbas de la gloria» (Di Sarli, Pugliese Melo y Magaldi).