Los boliches, o donde se sueltan los gorriones

«Allí donde todos sueltan sus gorriones, aparece el concepto de cofradía. Soledades, poesía, amores, copas compartidas, allí está el cofrade ofreciendo un poco del espíritu en común», dice José Arenas en su abordaje de la canción «Los boliches», de Ignacio “Nacho” Suárez y Yamandú Palacios.

Otra vez los boliches nocturnos,
amarillos de sueños perdidos,
quinieleros de suertes extrañas,
azulados en humos y vinos.

Viejas radios rezongan canciones,
un Gardel arrullando su trino,
y en la mano madera de un tango,
un borracho camino al ayer.

Desgastadas paredes que miran
sin fervor, sin asombro las cosas,
por el ojo de buey descordado
de un reloj que hizo el tiempo y murió.

Opacados espejos que imitan
otra vida mejor, o la misma,
marioneta de pan en la niebla
tras un sol empañado de alcohol.

La soledad, con el alcohol,
suelta un gorrión, que por el aire del alma se va.
Con el alcohol, la soledad,
tibio gorrión que por el aire del alma voló.

El boliche conversa en silencio
sus palabras de vidrio y tabaco,
cuando llueve las sombras florecen
desolados versos de papel.

Los amantes se miran el alma,
naufragados de urgencias preguntan,
y el destiempo les duele en la sangre,
laberinto de mar el amor.

La soledad, con el alcohol,
suelta un gorrión, que por el aire del alma se va.
Con el alcohol, la soledad,
tibio gorrión que por el aire del alma voló.
Y otra vez vuelvo a buscar,
boliche viejo en tu ayer,
lo que nunca volverá.

«Los boliches que construyen la lírica de Nacho Suárez son un aquelarre de elementos que se juntan para la creación de un sitio alternativo en el cual es indispensable la noche», analiza Arenas en el micro radial La otra orilla, emitido por Doble A.

Y agrega: «Estos lugares de los que se habla son ámbitos nocturnos, guaridas de la amistad y la estética protegidas por el velo azulado de la noche y todo lo que ella significa; su paz, su movimiento, su música estrellada y femenina».

Escuchá el capitulo «Los boliches», de La otra orilla: