Cuando el presidente Mauricio Macri designó a Pablo Avelluto frente al Ministerio de Cultura, quien alguna vez fuera su profesor, el filósofo y ensayista Ricardo Forster, expresó en una entrevista publicada por el diario La Nación, una frase que anticipó una manera de hacer política: «Supongo que Avelluto no hará una caza de brujas en el Ministerio; ahí hay mucha gente extraordinariamente capaz y cada uno decidirá si continúa trabajando o no en el ministerio». Cerca de 25 mil despidos después, 500 en la cartera de cultura, Forster analizó en Fractura Expuesta Radio Tango la actualidad político cultural de nuestro país.

“En el fondo aquella frase fue una expresión de deseo. Como uno podía suponer, el macrismo iba a ser salvaje. Un axioma fundamental del neoliberalismo es el miedo en la sociedad, y la forma de hacerlo es como está sucediendo: despidos en la administración pública, con una trama laberíntica, azarosa. Pueden despedir a alguien por su militancia política y al rato despedir a alguien con más de 10 años de antigüedad y que tuvo un papel distante de la política. Eso genera una sensación de arbitrariedad, de miedo, de sospecha respecto de los que están alrededor de uno. En el Ministerio de Cultura están en generando esa lógica”, reflexionó Forster.

Ya en el plano de la planificación política, Forster describió: “El macrismo es una construcción cultural trabajada sobre el vacío, sobre la forma sin contenido, sin historia, sin memoria, supuestamente despolitizada. Es una estética: sonrisas, alegría y por detrás de eso, violencia, la violencia del despido, de la arbitrariedad, la violencia de vaciar actividades cotidianas que hacían a la vida de millones de argentinos. Esto que pasa en Cultura, también ocurre en el Ministerio de Salud, en el de Trabajo, en DDHH, en la Ex ESMA”.

Consultado sobre las publicitadas políticas de mecenazgo, Forster expresó que dichos fomentos configuran “parte de la reducción que el macrismo hace de todos los bienes sociales y culturales, a una lógica mercantil, a la producción de símbolos ligados a la actividad privada. Lo hace un gobierno donde prácticamente todo su gabinete proviene de multinacionales, del mundo privado. La cultura la piensan de la misma manera, bajo la lógica patrimonialista, puro negocio, algo que tiene que ver con el neoliberalismo y la apropiación a nivel mundial de los patrimonios culturales para transformarlos en mercancía de consumo de masas. Solo piensan en articular desde esa lógica mercantil”.

Contrarrevolución cultural

Tras una década donde las políticas públicas en materia de cultura hicieron hincapié en la inclusión y el acceso universal de la población, los despidos en el Ministerio trajeron la lógica consecuencia de la desprogramación de diversas iniciativas, de inclusión, de restitución y también de fomento para el sector privado, por caso, de la creciente industria audiovisual.

Forster describió que “Todo aquello que no sea negocio, está en riesgo, todo lo que requiera del estado para subsisitir y expresarse corre peligro. El papel del estado es clave para defender esas zonas de la creación cultural que no son transformables inmediatamente en negocio”.

En consecuencia, el pensador del Espacio Carta Abierta sintetizó: “El macrismo representa una contrarrevolución cultural. El neoliberalismo no es solo una transformación económica. Es también de la producción intensiva de nuevas formas de subjetividad, de lenguaje, de sentido común. La década de los noventa nunca había terminado de desaparecer de la realidad argentina. Se logró interpelar a una parte importante de la sociedad pero no se logró enamorar a esa mayoría indispensable para ganar elecciones. Así como el 54 por ciento no era núcleo duro kirchnerista, tampoco lo es el 51 por ciento del ballotage. Hay sectores fluctuantes, que eligieron bajo voto afectivo, voto cansancio, voto estético, voto por desilusión, hay de todo. Ahora, el desafío consiste en ser capaces de interpelar a los sectores fluctuantes. Y también es fundamental, hacia adentro, una discusión, un debate no resuelto. Para muchos de esos a los que yo llamo ‘el kirchnerismo silvestre’, hay una sensación de una dirigencia que no está a la altura del desafío, sino que está en otra cosa. Las plazas que se están sucediendo son el producto de una militancia espontanea con alguna cosa orgánica, más que el resultado de una decisión de construcción más sistemática y hacia adelante”.