Lo armónico no es similitud sino asimetría. Es en la combinación de elementos diversos en donde se produce la alquimia armónica. Es en el trabajo de conexión de matices, sonoridades, timbres y recursos donde alumbra la armonía, ese equilibrio final de lo que, en un principio, se presenta opuesto y disgregado. Lo igual no es armónico. Al contrario, es monotonía y dinamismo destemplado. Lo armónico es diferencia y unidad.

Héctor “Limón” García -cantante, saxofonista, compositor y productor- lanzó su primer disco solista de tango, un material que tributa a aquel principio de armonía. Y al tratarse de un cantor, conviene empezar por la voz. Limón es versátil con su canto, lo que le permite obtener un estilo propio y un juego personal. Por momentos desgarrada, en otros susurrada y luego cálida y melodiosa, la voz de García pasea tranquila en los jardines tangueros.

Así, el cantor entona versos con matices de plegaria, en otros pasajes parece levantar el mentón y el pecho para atacar con voz aguardentosa para luego equilibrar el asunto con algún acento pícaro. Como si estuviera riendo y despuntando una queja, como si corporizara, tal vez, la mueca trágica y cómica del drama. Otra vez lo opuesto y disgregado, unido y creando una totalidad. Sin sobreactuaciones.

Y es que ahí, en esas dos mascaras -la que ríe y la que se lamenta- está la clave del potencial de Limón. Una voz, en definitiva, con un alto recurso dramático que llena con precisión la porción de sentido que habilita la música.

Precisamente, es la música el otro elemento del disco que se ajusta al postulado armónico que aquí se sostiene. Un ecosistema musical rico en formatos. Suenan ensambles de guitarras bien tangueras, momentos de bandoneones y pianos solitarios junto a la voz cantora, formaciones de cuerdas y otros ensambles que potencian la variedad sonora del disco. En esa dirección aparecen, entre otros, la versión de “Niebla del Riachuelo” (Cobián-Cadicamo) con un notable arreglo de piano de Fulvio Giraudo con orientación jazzística o “Atornillado” (García) que pisa fuerte en todo el repertorio y construye uno de los mejores momentos del disco al compás de las cuerdas.

«Habia canciones y tangos que quería cantar y que no podía realizarlo dentro del concepto de Rascasuelos», dice el cantor.

Limón reparte equitativamente lo clásico y lo contemporáneo cuando elige los temas. En esa selección, las versiones actuales tienen como protagonista a Jorge “Alorsa” Pandelucos, ex cantor y creador de La Guardia Hereje, el emblemático grupo platense que supo traer aire fresco al tango y a la música rioplatense hace una década atrás. García escoge “Canción para mandinga” y “Ezeiza”, dos temas que capturan la esencia del radar Alorsa, sabio lector de costumbres, situaciones y personajes de una época no muy lejana. Lo nuevo se completa con las composiciones del cantor. A la ya mencionada “Atornillado” se suma “Tardecita”, una conmovedora escena en la que Limón vuelve a recurrir a la memoria evocativa, como ya lo hizo en “Cantaba tangos” junto a su grupo Rascasuelos.

Todo suena con el aporte de músicos que acompañan a Limón por sus distintas travesías. Allí están, entre otros, Dani Suarez y Manu Uriona (Bersuit), el bandoneonista Patricio “Tripa” Bonfiglio, los guitarristas “Moscato” Luna, Aníbal Corniglio, Nicolás Ciocchini y Juan Otero, y los músicos de Rascasuelos y Amores Tangos.

“El tango me hizo así”, refleja García en la portada del disco, trayendo un verso de «Canción para mandinga” de Alorsa. Y la evidencia es que lo hizo bien. Mitad rockero, mitad tanguero, Limón García es el producto de esos dos universos que ahora alinean sus planetas en armonía y bajo la constelación del tango.

Limón García presentará su disco, en concierto, este sábado a las 21 en CAFF (Sánchez de Bustamante 772).